Ética y periodismo

Hace unos días, Charlie colgó una entrada a colación de un vídeo que había dejado en un comentario uno de nuestros lectores. En el vídeo se podía contemplar la lapidación de una joven musulmana, creo que grabada con un móvil o un aparato similar (teniendo en cuenta la calidad de las imágenes). El lector que nos informó de este vídeo proponía un debate sobre humanismo, machismo y otros temas. Yo, como respuesta a este vídeo, y siempre desde la óptica de la Comunicación y el Periodismo, propongo otro debate, relacionado con la ética de los profesionales de la información.

Para ello, iré introduciendo una serie de cuestiones, e iré dando respuesta con mi reflexión. Posteriormente, espero sus propias ideas. Seré breve tan breve como de costumbre.

1. ¿Es el comunicador un mero instrumento de captura y transporte de imágenes/acontecimientos -como es el caso en el vídeo-, o debe intervernir en los hechos?

Siempre me ha llamado la atención que muchos periodistas estén ante un hecho como el que vemos en el vídeo, o bien ante una víctima de un accidente o de un atentado o catástrofe, y la mayoría de las veces no hagan nada. Simplemente se limitan a filmar o a hacer fotos. Por eso me da miedo pensar en eso que dicen algunos profesores: que el objetivo de una cámara puede crear un muro infranqueable entre el periodista y la realidad, y que al final el comunicador sea incapaz de mediar en lo que tiene a dos metros delante de sí.

Creo que todos recordamos el caso de Kevin Carter, el fotógrafo que fue Premio Pulitzer de Fotografía en 1994, gracias a su captura de una niña sudanesa que estaba agonizando de hambre, mientras un buitre la acechaba a pocos metros. Carter sacó la foto, y esperó veinte minutos más por si el buitre abría las alas. Luego, cansado, se fue y dejó a la niña allí. Le dieron el galardón, pero ese mismo año se suicidó, preso de la culpa por no haber socorrido a la pequeña.

“Es la foto más importante de mi carrera pero no estoy orgulloso de ella, no quiero ni verla, la odio. Todavía estoy arrepentido de no haber ayudado a la niña”.

2- ¿Qué papel desempeña la ética del profesional en la cobertura de acontecimientos y a la hora de mostrárselos al público?

Esta segunda cuestión viene a cuento de lo que verdaderamente se muestra en el vídeo: la forma y la presentación de las imágenes. El comentarista que nos puso el enlace al vídeo decía lo siguiente:

¿Por qué se debe o tienen que grabar estas imágenes? (…) Una pregunta, ¿qué venden los medios de comunicación, lo que ellos quieren vender o lo que nosotros queremos que nos vendan?

Para estas preguntas hay opiniones y respuestas de todos los gustos y colores. Unos, entre ellos posiblemente este comentarista, pensarán que hay que mostrarlo todo, quizás haciendo alusión a la utopía -desde mi punto de vista- del periodismo como ventana al mundo, como algo que muestra objetivamente lo que pasa (pero ése, aunque lo conozcamos y queramos debatir, es otro tema).

Por otra parte, los que en la entrada de Charlie dijeron cosas como «no he podido llegar al final» o «no he podido aguantar las imágenes», seguramente estén a favor de una autocensura por parte de los propios profesionales de la comunicación.

Evidentemente, la necesidad de mostrar en imágenes un hecho es indiscutible para los medios audiovisuales -una noticia de TV sin imágenes, es una información a medias, ergo no es noticia-. Sin embargo, cuando las imágenes son impactantes, entra en conflicto la necesidad que tiene el medio de producir información con la ética periodística que tiende a fijar un límite en las imágenes.

Normalmente, tanto los profesionales como las cadenas de televisión (y también diarios, si hablamos de fotografía) se abstienen de publicar contenidos que pueden herir la sensibilidad. El problema viene cuando se filman o fotografían imágenes que no tienen nada de trascendente, que son prescindibles, o que simplemente funcionan como espectáculo visual y morboso.

Lamentablemente, cada día son más habituales estas imágenes en televisión, fomentadas por cadenas amarillistas. Me viene a la mente el caso de Omayra, la niña colombiana que estuvo tres días atrapada en un lodazal, tras la erupción del volcán Nevado del Ruiz. El rescate de la niña resultó imposible con los medios disponibles en el momento, por lo que se optó por dejarla morir. La agonía de la chiquilla se retransmitió en vivo en todo el mundo.

¿Es realmente esto ético? Más que ético, ¿es necesario? En mi opinión, este tipo de contenidos son totalmente prescindibles. No aportan nada a la información, y simplemente funcionan como burdo espectáculo morboso al servicio del sensacionalismo mediático.

La función de los periodistas y la empresas de comunicación, en tanto que gatekeepers, es seleccionar la información verdaderamente relevante, dejando a un lado la paja que puede suponer unas imágenes que, a pesar de formar parte de un hecho, se salen de contexto debido a su poca trascendencia y a la morbosidad que conllevan implícita -y explícita, ciertamente-.

Realmente, nosotros estamos poco acostumbrados a este tipo de contenidos. Por eso aún hay muchos que, por pura repugnancia ante ciertas imágenes, dicen «no puedo acabar de verlo». Esto nos plantea una nueva cuestión, relacionada con todo lo anterior: ¿deben los medios y los comunicadores autocensurar sus contenidos, o por el contrario corremos el riesgo de estar construyendo una información demasiado blanda y aséptica frente a la realidad?

Por último, respecto a la última pregunta del compañero comentarista, que preguntaba «qué venden los medios de comunicación, lo que ellos quieren vender o lo que nosotros queremos que nos vendan», pues le respondo con la otra pregunta clásica, con la que daré paso a un, espero, interesante debate: ¿quién crea el feedback: los receptores o los emisores? O para que nos entendamos, y básicamente planteando lo mismo que plantea nuestro amigo comentarista: ¿qué prima en los contenidos de los medios: la oferta de las empresas o la demanda de los públicos?

Gabin

La primera vez que escuché un tema del dúo italiano Gabin fue en 2002. Se trataba de su primer single, Doo oap, doo oap, doo oap, un tema en el que el Deep House adquiere una deliciosa estética jazzie, desde lo más profundo. Casi podríamos hablar de Nu Jazz.

Tras este tema, que no es poco, me dio por indagar un día, y cual fue mi sorpresa cuando cayó en mis manos su primer LP, titulado como la propia banda, y aparecido en 2002. Consta de 12 tracks, a través de los cuales se puede realizar un viajecito por la vertiente más exquisita del House.

El disco lo abre, con permiso del propio Doo oap, doo oap, doo oap, el mejor de la docena: La Maison. Una estupenda melodía de piano combinada con una base de aires muy latinos (como de bossa), un bajo suave pero intenso y otros instrumentos coordinados al milímetro. Todo ello da como resultado un tema a caballo entre el Ambient, el Deep y sonidos más a lo José Padilla incluso.

Pero no sólo temas ambientales hay en este LP. Ya os he dicho que toca varias ramas del sonido elegante. Y así es como podemos ver en la segunda pista, Une historie d’amour, que tiene una base más acelerada y en general es más bailonga. Del mismo estilo que Mille et une nuit des desires (que a mí no me gusta mucho, pero bueno).

También hay lugar para algún que otro tema más sexy -que diría el Buk, como Delire et passion (que no sé a los demás, pero a mí me recuerda al Underwater love de Smoke City), así como para el Lounge más melódico y envolvente, con Urban night, un temazo bueno.

Por supuesto, como buenos italianos que son, no iban a faltar coqueteos con la electrónica, ya sea de modo más seriote y chillerTerra pura-, o en un tono muy desenfadado –House trip-, pero siempre con un rollo muy spaghetti.

Sin embargo, y volviendo a donde empezamos, las pistas que verdaderamente destacan en el álbum son las de corte jazzie. Ahí tenemos el tema central, Gabin, un escarceo por el swing, pero sobre todo Sweet sadness, un trallazo con un bajo extraordinario que hace vibrar hasta el cristal de la chimenea -momento lol-, un ritmo cautivador y una melodia latin y calida.

Aunque no podemos olvidarnos del segundo single del dúo, Azul añil, cantado en español por Isabel Fructuoso, la vocalista malagueña de Afromedusa. Una base y unos arreglos deep elegantísimos para un tema que aporta el equilibrio necesario entre vertientes houseras dentro de un mismo CD. Perfecto y exquisito, simplemente.

Y así, terminamos como empezamos, con La Maison, pero en esta ocasión con el Di Battista’s Dream Rmx, que aporta un cálido saxo a la versión original.

Un disco que no deja indiferente, desde la primera escucha, y en el que todos los gustos tienen cabida, ya que, como os digo, toca muchas vertientes del House, fusionándolas con otros géneros, pero siempre primando la elegancia. Merece mucho la pena ser escuchado. Estoy seguro de que a ninguno, ni mucho menos, os defraudará.

GabinSweet sadness

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ACTUALIZADO >>> Ya está listo el enlace para descargar el LP completo. Picad en la carátula, introducid el código que se os pide y esperad a que el servidor os dé permiso. Perdonad la tardanza, pero como Lentofire es una mierda, he tenido que subirlo a Megaupload, otra mierda mayor.

El Chispelo

Lo llamaban Chispelo. El padre de los Sevillanos. El marido de aquella republicana de la capital. De ella dicen que bordó la tricolor, que leía a voces el diario en la plaza, que alborotaba a los campesinos. Pero de él, nada cuentan los ancianos. Sólo que nunca habló o pensó de más. Que nunca se metió en escándalos, ni participó en nada de puertas afuera. Un hombre noble, una bella persona. Pero un día de aquellos calurosos, en el verano del horror, los moros preguntaron por la Sevillana con tres puñetazos en su puerta. «No puede irse, está enferma en la cama», les respondió su marido. «¡Pues vente tú!». Lo cogieron del pescuezo, y lo llevaron por las callejuelas hasta la plaza de la Iglesia. Allí se pararon, y el Chispelo quedó quieto, callado, sin volverse. Una bala cayó sobre su espalda con el fragor del trueno, y clavó las rodillas en los adoquines, entre un charco de sangre. El padre de los Sevillanos arrastró su agonía hasta la puerta de la sacristía, por cuyo vano asomaba una sotana de color muerte. El Chispelo alzó la vista, suplicante, pero sólo recibió un bramido por respuesta. «¡Rematadlo!». Unos pasos de botas se acercaron, y el cañón de una Astra 400 dictó sentencia. Luego el silencio cayó a plomo, y el miedo siguió resbalando por las paredes desconchadas.

El Chatarra

Allá en el barrio, en la calle siempre cuesta abajo, donde la chicharra canturreaba entre los matojos secos que verdeaban en marzo, había un residente perenne. No era más que un viejo coche, un Citröen CX, de color azul celeste, como el cielo del oeste en las mañanas soleadas de julio. Un cúmulo de años, enroscados entre la chapa descolorida por el sol tenaz del verano.

Lo llamábamos el Chatarra. Era como un anciano que ya poco podía decirnos de la vida, pero que sobre sí había cargado el peso de innumerables épocas. Y el tiempo, con su implacable mano, lo había anclado en aquel hueco, pegado a la acera, justo frente al número 15.

Muchos días pasamos rodeándolo, con la curiosidad por mirada, preguntándonos cuántas veces habría visto amanecer y cuántas morir el sol. Cuántos rumores de otras épocas, traídos por el viento de solano, habrían llegado hasta su coraza desteñida. Cuántas veces la lluvia eterna habría limpiado del polvo del olvido sus cristales. Cuánto tiempo habría permanecido él, con sus faros cubiertos de saudade, escrutando nuestras vidas, adivinando, quién sabe, qué sería de nosotros a la mañana siguiente.

Y sin embargo, a pesar del surco que los días abrían en nuestras almas, allí seguía él, silencioso quieto e inamovible como un milenario olivo de tronco nudoso. Respirando el aroma de los jazmines, en aquellas noches de agosto, de canto de grillos, cuando jugábamos al escondite a la luz tímida de las farolas. Treinta y cinco, lento, media vuelta, ¡por el Chino! Todos atrincherados tras la larga hilera de coches, como parapetados ante una inminente guerra. Y nos delataban. Se aupaban sobre sus ruedas y nos dejaban al descubierto. Y él, nuestro viejo amigo, nos acurrucaba contra sí, echado completamente sobre el suelo, como descansando de tantos años de rutina bajo el mismo cielo.

Él sabía de muchas cosas. Nos contaban nuestros padres que ellos paseaban de la mano siendo novios, y el Chatarra ya estaba allí. Luego vinieron otros desde lejos, y el Chatarra los saludó, con las ruedas medio vacías acusando la carga de los testarudos años. Esos días, los hijos de aquellos que otrora conocieran al Chatarra cuando aún era «la bala celeste», atendían boquiabiertos a las palabras de su amo, su compañero de fatigas. «La bala, la bala…», decía, con su acento cerrado de la Campiña empapado de nostalgia. «Ya demasiado ha hecho por un pobre viejo como yo. Ahora ya por fin descansa». Y callaba, para darle una calada al ducados, casi con una sonrisa asomando a la comisura de los labios.

Un día, vinieron. Armados con un monstruo mecánico vinieron, y lo arrancaron de su sitio emérito. Nos dejaron sin él. Pero nosotros no estábamos para impedirlo. Le habíamos fallado. Tantas tardes recostados en su capó, mirando al cielo y a los balcones con geranios. Tantas historias, contadas a la sombra de una pared encalada, con los pies apoyados en sus puertas. Tantas veces como habíamos mirado en su interior, creyendo encontrar un viejo tesoro escondido, un secreto hace vidas olvidado. Pero nosotros no estábamos allí. Lo habíamos abandonado.

El viejo Chatarra… Él fue el primero en llegar, y también el primero en partir. Antes que a nosotros mismos, a él lo conocimos. Testigo del perdón de todas las peleas en diez calles a la redonda, mudo confidente de secretos pactos de sangre, fiel compañero que nos prestaba su espalda para recuperar el aliento carrera tras carrera. Era nuestro Padrino, siempre velando por nosotros.

Pero ahora un silencio pesado se movía entre nosotros como un fantasma. Nos sentíamos vacíos, sin el sordo destello de cristales empañados por el paso de las tardes, sin esos faros alumbrándonos con su tristeza de largos otoños. Tan sólo había un surco en el suelo. La tierra, el polvo, las pelusas se acumulaban, formando un epitafio sin palabras.

Y allí permanecíamos todos, anclados en la puerta encalada del número 15, como él lo estuvo lentas tardes. Uno tras otro, en hilera, como un equipo hundido que se ha dejado la ilusión en la cuneta. Contemplábamos, con mirada vidriosa, la gloria perdida de su trono inmortal. Sobre nosotros, sin darnos cuenta, nos consolaba el cielo eterno de agosto, teñido de un celeste tenue, como de saudade. Como el que durante veranos infinitos atesoraron aquellos cuatro pedazos de chapa raída.

Grey of life

No eran tiempos de preocupaciones. Lo único que queríamos era salir a la calle, correr por los callejones, sentirnos libres mientras la lluvia de febrero empapaba nuestras camisetas desteñidas. No importaba el tiempo. Habíamos derrotado al péndulo del reloj de aquella pequeña tasca que había frente a mi casa. Salíamos de los portales en desbandada. De almuerzo a cena jugábamos a escondernos de los miedos, de las heridas, del invierno.

Yo era Tom Sawyer y tú Huck Finn. Y con nosotros, la pandilla. Los héroes del barrio. En cada esquina se adivinaba nuestra presencia. ¿Recuerdas tu calle empedrada, siempre cuesta abajo, siempre verde en los bordillos, cubiertos de verdina y vinagritos? Aquellas tardes nubosas de marzo, ora sol, ora penumbra, en que nos sentábamos en mi azotea a comer pipas, viendo pasar la tormenta, allá a lo lejos, como si no fuera con nosotros. El viento solano meciendo los árboles de nuestra placita, y el sonido de sus hojas al rozarse, como cuchicheando, advirtiendo de la llegada de la tempestad.

¿Recuerdas la casa de tu abuela, el patio estrecho, encalado con macetas? Lo noto ahora igual que entonces, siempre húmedo, oliendo a lluvia, con ese tono tenue y verdoso de pequeño bosque de bolsillo. Y veo a tu abuela surgir como el ave fénix de las brasas de la copa de cisco, y llamarnos a merendar. Esperábamos inquietos, de pie entre aquella selva con lagartijas y canarios, a armarnos de panecillos, cual tesoro de Injun Joe, y partir hacia el campillo en busca de aventuras.

Nos pasábamos las tardes encaramados a una higuera, mirando al cielo, enmarañando entre borregos esponjosos nuestros deseos, y adivinando, casi inventando, un futuro entonces lleno de polvo de estrellas. Soñábamos sonrientes, como unos corsarios de agua dulce, con espadas de cartón y cañones de gominola. Con las hojas de nuestra higuera en el mascarón de proa. Henchidas al viento, nuestras viejas ropas.

Y al caer las sombras, regresábamos veloces con el rayo en los talones, galopando como demonios enloquecidos, envueltos en el resplandor de la centella. ¿Te acuerdas? El eco sordo del trueno sucumbía ante nuestras voces. Y así, un día más, cada mochuelo en su olivo, observando la lluvia en los cristales, y tras ella la verdina en los balcones, los árboles danzantes, los vinagritos, las esquinas sombrías, los callejones de secretos, el péndulo del reloj impasible en la pared del bar.

¿Recuerdas el día en que todo acabó? Era septiembre. El sol brillaba con fuerza y sólo la chicharra acudió a aquel improvisado velatorio. Los héroes del barrio partieron para siempre. Las plazuelas enmudecieron. Los bordillos de tu calle dejaron de verdear. Se apagó el canto de los árboles, y en las callejas ya sólo hubo almas en pena en la madrugada. Los patios se cerraron, los vinagritos se secaron, y el péndulo del reloj del bar se paró por siempre a las seis y veinte, nuestra hora.

Ya tocaron a su fin aquellos días grises, de grises nubes que nosotros saludábamos sentados en la acera. Y la lluvia gris que resbalaba por nuestras frentes ya jamás volvió a acudir a la llamada de nuestro alboroto. Ya no hubo más panecillos, ni escondites a plena luz de los candiles, ni carreras desafiando a las centellas. No volvimos a gritar por las esquinas, ni a sentarnos en la azotea a observar el horizonte, ni a contar las nubes echados sobre el trigo. No volvimos a decirnos secretos, ni volvimos a reir sin miedo.

Pero recuerda, viejo amigo, las sonrisas soñadoras de piratas vagamundos en un barco de papel que me disteis aquel día, y que guardo desde entonces como nuestro gran tesoro, en ese pequeño cofre de madera oscura, tallado con la rama más alta de aquella higuera nuestra.

Do you remember V?

«Mira en lo que se entretienen tus amigos», oí que me decía mi padre. Y cuando levanté la vista me encontré con la primera página del ABC -ese diario que cada día me gusta más- ante mis narices. Y en ella, una foto de un monigote ahorcado, y ataviado con corona, los colores de la bandera monárquica, una careta del rey y un tiro en el pecho. A su lado, un cartel de los nazionalistas catalanes. En el titular se leía lo siguiente:

Impunidad radical en Barcelona. Ahorcan un muñeco con la cara de don Juan Carlos, los colores de España y un tiro en el corazón, en pleno campus de la Universidad [Autónoma de Barcelona].

En un principio, me hizo gracia la analogía entre el rey y un monigote, puesto que esa analogía no queda tan lejos de la realidad. Sin embargo, no me hizo ni gota de gracia que mi padre me identificara -una vez más en el gran montón de veces- con los pelagatos independentistas que se divierten quemando fotos de las personas. Igual que cuando me compara con los progresitos o con chusma similar.

Tiene España una gran lacra. No, no es ninguna de esas lacras estúpidas, inofensivas e incluso inexistentes por las que se pelean nuestros «gobernantes», sino una muchísimo peor. Se trata de muchos millones de españoles. Muchos millones de españoles que, cegados por esa política de insulto fácil, crítica vacía, temática inútil, discurso barato y catastrofismo generalizado que hoy en día nos ofrecen esos partidos que se autodenominan mayoritarios, se vuelven acríticos y aborregados en su forma de pensar. «Lo que hace y dice el PP es malo, lo que hace y dice el PSOE es bueno», por poner el ejemplo flagrante en nuestra querida Sevilla, aunque también -y mucho- en viceversa.

Millones de personas que no saben ver más allá de unas siglas, de pelagatos que se tiran las horas muertas discutiendo sobre el sexo de los ángeles desde su escaño, mientras se llevan el dinero con el que se podrían saldar las deudas que a nosotros nos ahogan. Y ahí llega uno, la mar de feliz, y dice «yo soy de ideas republicanas», con todo el derecho que tiene a decirlo, y respetando las demás opiniones, esperando, eso sí, que los demás respeten la tuya. Pero resulta que eso no ocurre. Llegan los graciosos de turno, los que no no tiene capacidad crítica para diferenciar entre la B y la V, y te meten en el mismo saco que a los nazionalistas de ERC, que a los batasuneros, y que a los niñatos que queman fotos de personas con derecho a que se respete su dignidad.

Me parece magnífico, oiga.

Mientras pensaba todo esto, seguí hojeando el diario. Y entonces me topé con una noticia cuanto menos preocupante, pero que resultó una conclusión inesperada a la par que tremendamente lógica para el hilo de mis pensamientos.

El Congreso elimina el anonimato de las líneas prepago de teléfonos móviles.

[NOTA: como los graciosos del ABC aún no han entendido las ventajas de abrir la información a todos los públicos en su web, tengo que colgar la información de la página de EL PAIS, aunque al caso es lo mismo]

¿Y ahora qué? ¿Qué implica esto? Pues ni más ni menos que una vulneración flagrante y alevosa de dos de los derechos más elementales de la democracia europea: el derecho a la intimidad y el derecho a la privacidad de las comunicaciones. A partir de ahora, siempre que la policía lo estime oportuno, podrán investigar nuestros datos, ver a quién llamamos, durante cuánto tiempo, y desde qué lugar. Un pinchazo en toda regla. Un Watergate público, al servicio del Estado.

Ahora bien, cualquiera podría alegar que para ello se necesita una orden judicial. Es cierto. De hecho, en la info de EL PAIS presentan esto como uno de los tres requisitos que, supuestamente, garantizan nuestra privacidad. Pero, ¿y si por casualidades de la vida -que no son tales- nos topamos con un juez propenso a cometer abusos, como pasó con el señor Del Olmo cuando secuestró El Jueves? ¿Podremos confiar en el criterio de ese juez para evitar que la policía campe a sus anchas por encima de nuestra intimidad?

Los otras dos barreras que protegen el secreto de nuestras conversaciones telefónicas son, según el diario, que los pinchazos sólo podrán realizarse en caso de «delitos graves», y que en ningún caso se cederán los datos referentes al «contenido» de las conversaciones. Bueno, para empezar, los delitos graves no se tipifican, así que hay tenemos un buen vacío en cuanto a la interpretación. Y con respecto al contenido de las conversaciones, faltaría más que encima de estar espiado por la policía, se divulgaran mis conversaciones. De hecho, no sé por qué ni siquiera la policía tiene por qué meterse en algo tan privado como mis comunicaciones personales.

Aseguran tanto desde el Gobierno como desde la oposición (hay que ver con los asuntos importantes para ellos, los que dan facha y vistosidad -es decir, los absurdos-, cuánto se pelean, pero con este tipo de abusos qué bien se llevan) que esta ley es una nueva herramienta con la que «dar cobertura legal a las investigaciones policiales». Con la excusa del terrorismo y las poyas quieren controlarnos hasta en lo más íntimo. Sobre todo hay que alarmarse teniendo en cuenta que antes ya se podían realizar pinchazos, aunque previa obtención de una orden judicial y en caso de delito grave manifiesto. Ahora no, ahora todo es mucho más sencillo.

Algunos, y creo que no hace falta que diga que son los del PP, van más allá e insinúan que el control debería extenderse a los chats y a los foros, argumentando que son las vías «más usadas por las redes de pederastas». Bueno, muy bonito todo eso. Pero díganme: ¿no hay nada de la posibilidad de controlar aún más de lo que ya se controlan los foros, los chats, las páginas webs y, lo más importante, los blogs? En caso de que esa ley hubiera ido más lejos, millones de bloggers y foreros en toda España nos hubíeramos sentido amenazados, y por tanto hubiéramos tenido que pensárnoslo dos veces antes de hacer una crítica -subida de tono o no-, decir una palabra más alta que otro, poner verde a la $GA€ (cosa que ya hoy en día, y sin ley de por medio, es aceptada por el Estado como perseguible, por culpa de esta mafia de matones) o, por ejemplo -y me da coraje sólo de pensarlo-, cuestionar al rey o a la corona.

Todo esto me hizo pensar al instante en el mundo de V, a esa sociedad cegada por la falta de crítica y conciencia, subyugada a un poder tiránico que los controla hasta en el más mínimo ápice de sus vidas. ¿Será necesario, en un futuro quizá no muy lejano, un V en nuestro país, en Europa, en el mundo entero?

Quizá penséis que desvarío. Incluso yo, mientras escribo esto, pienso que voy demasiado lejos. Sin embargo, leo la pregunta retórica de una diputada de ERC (que tampoco se moja mucho que digamos): «¿Qué está dispuesta a aceptar la ciudadanía en beneficio de la seguridad?».

Yo sé que yo estoy dispuesto a aceptar una lista de muy poquitas cosas, y desde luego, que se metan por la cara en mi intimidad no entra dentro de esa lista. Ahora, miedo me da lo que estén dispuestos a aceptar esos millones de borregos acríticos que lo mismo lo meten a uno en el mismo saco que a otros totalmente opuestos, que se dejan controlar por no darse cuenta siquiera de qué forma están manejando sus vidas. Eso es lo que me da verdadero pánico.

Entonces, cogí el periódico, abierto por la página que contenía la noticia, y se lo di a mi padre, al tiempo que le decía: «Mira en lo que se entretienen tus amigos».

El barrendero y el emperador de Gelves

EL BARRENDERO Y EL EMPERADOR DE GELVES

Comedia en una parte toa del tirón

(Parque del Alamillo. Extensión de césped con árboles alrededor. Se ve al BARRENDERO jugando a la Play. De repente, se escucha un gran estruendo, y luego… ¡¡KAPUM!! El BARRENDERO mira un momento y sigue a lo suyo. Aparece dando tumbos el EMPERADOR).

EMPERADOR. (Jadeando) Ay, ay… Sus muertos, ya me he vuelto a caer del Messenger… (se acerca al BARRENDERO y le habla) Illo, suprimo, ¿tiene un sigarro, sosio?
BARRENDERO. (Sin echarle cuenta) Qué va, quillo.
EMPERADOR. Po entonces voy a fumarme el mío. (Saca un cigarro y lo enciende) Permítame que me presente: soy el Emperador del Sacro Urbanizado Imperio Romano Gelveño, para servirle en lo que sea menos en dejarle dineros. (Se calla un momento y mira alrededor) Así que ésta es la civilización que hay por estos lares…
BARRENDERO. Hombre, no puede decirse que en La Cartuja haya mucha civilización… Más bien hay fauna.
EMPERADOR. (Grandilocuente) ¡Ah, la Civilización! Recuerdo mi vasto Imperio de Gelves, en el que todas las mañanas, al despuntar el alba, tocaba a diana un escuadrón de coches atascados en la SE-30. Mi guardia personal de cangrejos de élite y la escuadra especial del ejército del aire, compuesto por mosquitos kamikazes, saludábanme desde el patio del Palacio Adosado Real, y…
BARRENDERO. (Cortante) Disculpe usted, pero el departamento de pelotazos urbanísticos es en Marbella. A mí no me venga con rollos.
EMPERADOR. (Altivo) ¿Cómo? ¿A mis relatos desatender osas? Saber debes que ante una fuente inagotable de sapiencia y cognoscimiento encuéntraste. ¡Ah, la Filosofía! Algún día te hablaré de ella…
BARRENDERO. (Por lo bajini) Nietzsche maricona…

(El EMPERADOR se queda ojiplático, y posteriormente levanta el brazo en un ademán de querer pegarle al BARRENDERO).

BARRENDERO. (De repente) ¡Uy, mira, mira, mira! Faltita al borde del área. ¿Con quién te la enchufo, con Ronalpinho o con Metro-50 Giuly? ¿Ji? Po toma.

(El BARRENDERO se levanta y se pone a festejar el gol. El EMPERADOR lo mira con gesto extrañado).

EMPERADOR. ¿Pero qué demonidades hacéis? (En plan didáctico) Debo deciros que…

(De repente se escucha un gran estruendo de disparos, pisoteo y gritos. Entra la MANADA DE JIPIS DEL CABO GOBAN).

CABO. ¿Qué pasa aquí? ¿Qué tramáis, hatajo de comunistas? ¿Actividades subversivas a mis espaldas? (Enfurecido. Al BARRENDERO) ¡Usted, identifíquese!
BARRENDERO. Po yo soy el Barrendero de La Cartuja, un oasis de cemento alejado del resto del mundo conocido.
EMPERADOR. (Metiéndose por medio y con cierto amaneramiento) Yo soy el Emperador de Gelves, poseedor de todas las tierras a ese lado de la ribera, y si bien Jesu I y ½ el Desheredado, Conde-Duque de Almensilla y Rey del Arrozal del Guadalquivir, está a punto de caer sobre mí, aún me queda honor para servirle en lo que haga falta, apuesto soldado.
CABO. (Cogiéndolo en peso) Calla, inútil, o te meto el fusil por el culo.
EMPERADOR. (Picarón y condescendiente) Si tanto insistes…

(Al CABO le sale humo de las orejas, y se dispone a darle al EMPERADOR el galletón de su vida, cuando de repente un soldado reclama su atención).

ADOLFO. ¡Eh, cabo! ¡Éste está jugando al Pro! ¿Le retamos a unas partidillas?

(El CABO suelta al EMPERADOR, que corre a sentarse apartado de la acción, y se da la vuelta).

CABO. ¡Sí hombre! Po entonces lo va a flipar el niñato enterao este. ¡Dejad paso, panda de paquetillos! Vais a contemplar en acción al meister del Pro del ejército de… (Se queda pensativo) del ejército de… ¡Bueno, yo qué sé! ¡Que lo voy a coger con el Madrid y le voy a dar una soba!
BARRENDERO. (Mu tranquilo y encogiéndose de hombros) Por mí vale, pero te advierto que vas a sufrir.

(Comienzan a jugar. El BARRENDERO parece que ni se inmuta, mientras que el CABO suda y aporrea el mando con las manos tensas y los dientes apretados).

ADOLFO. ¡Venga, Cabo! ¡Muéstrele el valor de un soldado!
LUIS. (Con desprecio) Y el pelota este… Eso es pa que luego te dé ración extra de chocolate blanco, ¿verdad?
ADOLFO. (Ofendido) Si tú prefieres seguir comiendo papas con grillos, allá tú.
CABO. (Harto) ¡¡¡Shhhhhhhh!!! ¡Como no os calléis os vais a tragar las guardias de medio regimiento!
JAVIER. (Por lo bajo a ADOLFO y LUIS) Más vale que se calléis, que cuando le entra el complejo de bibliotecario… (Sombrío) No quiero ni pensar en tener que dormir otra vez al raso… (Se estremece) Si eso sucediera… me tiraría por la ventana nada más llegar a casa.
LUIS. Pero si vivimos en un bajo.
JAVIER. (Indeciso) Eh… bueno… ¡po entonces me pego porrazos con los barrotes de la ventana hasta que se me salga el bulbo raquídeo, y luego me echo alcohol en la brecha!
ADOLFO. (Complacido) ¿Ves? Eso ya es un poco más estético.

(Al poco, el BARRENDERO comienza a tomar el control del partido, y a arrinconar al equipo del CABO en su propio campo).

PEDRO. (Riendo a carcajadas y con recochineo) ¡Jojojojo! ¡Hostia, Cabo! ¡La que te ha dao ahí, pare!
CABO. (Muy nervioso y agresivo) ¿Te quieres callar ya, cerdo desertor? ¿No ves que me desconcentras?
ANDRÉS. ¡Illo, illo, illo, que se cuela hasta la cocina!

(El BARRENDERO inicia una incursión en el área con Eto’o, ante la pasividad de la defensa merengue del CABO).

TODOS. (Al unísono y expectantes) Uy… uy… uy… (Con gran estruendo y aspavientos) ¡¡¡¡¡GOOOOOOOL!!!!!

(La MANADA DE JIPIS aplaude entusiasmada mientras el BARRENDERO lanza besos al aire. El CABO se tapa la cara con las manos, ardiente de rabia. El jaleo llama la atención del EMPERADOR, y éste se acerca al grupo, que sigue festejando la hazaña del BARRENDERO).

EMPERADOR. (Con aire de superioridad) ¡Bah! Vulgares gentes, que con el zafio espectáculo diviértense, y que, en escandaloso griterío, tal sin par burda y barriobajera jerigonza despliegan durante su absurdo festejo.
ANDRÉS. (Con un tono mezcla de aburrido y mosqueado) Ea, ya está aquí el triste figura este…
BARRENDERO. Bah, déjalo, que está estreñío.

(El CABO se incorpora de repente, con la vena marcada en la frente a causa de la furia. Tira el mando al suelo y se pone a hacer aspavientos de coraje).

CABO. (Gritando furioso a la MANADA) ¡¡Malditos desgraciados!! ¡¡Sois una vergüenza para mi escuadra!! ¡¿Cómo es posible que os rindáis tan fácilmente al enemigo?! ¡¡Me dais asco!! ¡Esta noche no se cena! ¡Y ahora todo el mundo a… a… a fregar los platos!

(Todos comienzan a murmurar y protestar. JAVIER saca una cuchilla y comienza a cortarse las venas).

BARRENDERO. Pero córtatelas en vertical, que si no, no funciona.

(Coge la cuchilla de JAVIER y comienza a cortarse, enseñándole. JAVIER asiente con aprobación).

PEDRO. (Con desprecio) Vaya panda de emos fracasados.

(La MANADA y el CABO se preparan para partir, pero el EMPERADOR los detiene).

EMPERADOR. (Grandilocuente) ¿Cómo? ¿Sin de mí despediros váisos? Los enseres gastronómico-culinarios para otra ocasión dejad, pues para esa tarea desempeñar ya están mis 100.000 criadas, venidas de las escuelas-taller de toda la provincia de Sevilla. Las sus vuesas mercedes a otros más importantes menesteres dedicaros podéis. En exemplo… ¿masturbáisme?

(Todos cruzan sus miradas. Unos con semblante de alarma, otros de incredulidad, otros de asco).

BARRENDERO. (A un soldado) A ver, tú, ve y me traes el chorizo de cantimpalo que tengo en la despensa…
EMPERADOR. (Excitado) Mmmm…. nunca había probado un chorizo de cantimpalo como juguete… ¿Me enseñarás a usarlo?
BARRENDERO. Pues no, la verdad es que iba a poner unas tapitas pa esta gente. Pero si quieres autocomplacerte, detrás de la puerta tienes el escobón.
EMPERADOR. (Desencantado) Bah, pobre patán… ¿no comprendes que el acto coital sin calor humano no es sino una vulgar interpretación del placer? (Comienza a adquirir un semblante triste. A punto de llorar) ¿Acaso no me queréis? ¿Qué es la vida sin amor? ¿Por qué he de sufrir yo esto? ¿Cuándo se va a ir Lopera? La existencia ya no tiene sentido para mí.
JAVIER. ¿Te cortas las venas con nosotros?
LUIS. ¡Dejarse ya de hacer morcillas con vuestros brazos y alegrad los caretos! Os propongo que nos vayamos todos a echar unos futbolines. ¿Qué os parece?
CABO. ¡Magnífica idea! ¡Venga, yo invito y tú pagas!
LUIS. (Entre dientes y furioso) ¿Por qué no podría meterme por una vez la lengua en el culo?
BARRENDERO. Y además, iremos contando mentiras tralará.

(Comienzan a irse, y mientras tanto van cantando).

BARRENDERO. El Tussam viene tempraaano, el Tussam viene tempraaano…
TODOS. El Metro ya está acabado, tralará… el Metro ya está acabado, tralará…

(Se van y el lugar queda vacío y silencioso. Tras un instante, aparece en escena ARRABAL dando tumbos. Lleva una botella de whisky en la mano y está borracho perdido).

ARRABAL. ¡Shhhh! ¡Callad ya! (Calla un momento) ¡Hablemos del milenarismo, cojones ya! Estamos hablando del Apocalipsis y hablemos del milenarismo… (Hablando con suavidad) El milenarismo va a llegaaar…

(Aparece SÁNCHEZ DRAGÓ, corriendo y buscando a ARRABAL como un loco. Cuando lo encuentra se va hacia él. Lo sujeta por un brazo y le habla con tono tranquilizador).

SÁNCHEZ DRAGÓ. Fernando, estás borracho, creo que…
ARRABAL. (Soltándose y haciendo aspavientos) ¡Déjame hablaaar! (Con un sonido muy sibilante en la pronunciación de las “S”) ¡Se deja hablar a la minoría si… si… sil… silen.. silenciosa! La minoría silenciosa es católica, fea y sentimental.
SÁNCHEZ DRAGÓ. (Cogiéndolo de nuevo y conduciéndolo) Fernando, deja ya la tontería esa, que tú no vas a montar ninguna secta. Recuerda que sólo eres un escritorcillo del tres al cuarto.

(Comienzan a alejarse lentamente. Mientras, van hablando).

ARRABAL. Todos los españoles están a favor de mí, amigo mío…
SÁNCHEZ DRAGÓ. ¡Pero si tú eres de Marruecos!

(Abandonan la escena. Cae el

MANTEL DE COCINA
(porque no había dineros para un telón)

Roger Sanchez – «Come with me»

No voy a hablaros de un disco más en la lista de revientapistas pasajeros, sino de uno que, como todo lo de este hombre, maracará un hito en la evolución de un estilo tan fraguado como es el House, en especial en su vertiente más funky y soulful.

Roger Sanchez vuelve a publicar un album de estudio cinco años después de ver la luz su anterior LP, «First contact» [Defected, 2001]. Esta vez, el maestro mundial del House combina de forma magistral sus raíces latinas, funkys y underground con belleza de las melodías propias del House fresco al que nos tiene acostumbrado, así como sonidos que rozan el Chill-House.

Come with mePrueba de ello son los once temazos que componen el LP «Come with me». Podemos encontrar en él joyas del calibre de «Free», «Don’t tell me it’s over» o «Reasons», como muestra de su impecable estilo soulful; delirios funky en «Take a chance»; ecos tribales en «Again» y «Hot 4 U»; esencias latinas en «I’m yours»; pinceladas electrónicas en «Turn on the music» (cuya remezcla a cargo de Axwell es todo un pelotazo ); reminiscencias chill en «Soledad» (con letra en español ); y, por último, unas preciosas melodias del House clásico de pista como la que nos dedica en «Not enough» y, sobre todo, en «Lost», para mí el mejor tema del disco.

Un LP muy especial, por el «giro» (por llamarlo de algún modo) que supone en la carrera de este artista universal. Añaden más calidad aún si cabe las maravillosas colaboraciones vocales, a cargo de Omar (no, no es el inútil del reguetón… ¬¬) y Alejandro Sanz (cantando en inglés con con un peculiar acento andaluz ), además de varias vocalistas femeninas cuya identidad desconozco Aunque es necesario destacar por encima de todas las demás las interpretaciones vocales del propio Roger en algunos de los temas («Again» y creo que también «Turn on the music», aunque aún no estoy seguro… ).

Toda una maravilla, sobre todo para los puristas del House Underground y Funky propio de los circuitos neoyorquinos en los que nación, creció y se encumbró el grandioso S-Man. Eso sí, aviso a los amantes del ritmo ibicenco y del House acelerado y tribal de nueva generación de que este disco no es el suyo.

Tracklist del album >>>

    1- Turn on the music
    2- Take a chance
    3- Not enough
    4- Lost
    5- Again
    6- Hot 4 U
    7- Free
    8- Reasons (feat. Omar)
    9- I’m yours (feat. Alejandro Sanz)
    10- Don’t tell me it’s over
    11- Soledad

ACTUALIZADO [2.05.07] >>> He subido un archivo .RAR con el disco completo. Pincha en la carátula para descargarlo.