La puerta abierta al fusilado

El Castillo de las Guardas es el pueblo típico de la Sierra Norte de Sevilla, de casas empedradas, calles estrechas, cuesta arriba, donde impera el silencio y nada acontece. Pero aquí, como en muchos otros lugares, la quietud que invade recorre cada rincón cayó sobre el pueblo como un telón de plomo. Del mismo plomo que, veloz, irremediable, se llevó por delante cientos de vidas, de nombres, de historias, en medio del estruendo que precedió a este silencio pétreo de décadas.

El sábado, 23 de octubre, una columna de valientes ascendió a la cumbre del pueblo para desempolvar las historias tras años de sombras. Vecinos de El Castillo junto a muchos que allí tienen sus raíces pero que han echado ramas fuertes en lejanos lugares de la provincia, e incluso algunos que desde la Castilla vieja llegaron a dejar caer las hojas en la Sierra sevillana. Entre todos, piedra a piedra, con la argamasa del recuerdo y la palabra, levantaban de nuevo un gran pilar donde la luz del día claro ilumine todos los nombres de los olvidados, grabados para siempre.

«No sabemos dónde está, pero al menos ahora sabemos que no está desaparecido, que no es un extraño».

Tener alguna certeza es el antídoto contra la duda de pronunciar el nombre de un familiar perdido, extraviado sin fin, en aquellos años. Hacerlo es como llamar, sin respuesta, lo que una vez se tuvo entre las manos y ahora no es más que niebla que se esfuma, arena que se escapa entre los dedos y ya no nos pertenece. Nombrarlos es nombrar un fantasma que vaga por los campos, que quiere volver y no conoce el camino.

«Mi abuela vivió con la puerta de la casa abierta de par en par, por si volvía su hermano, desaparecido en la guerra. Así murió, rogando a los vecinos que no la cerrasen».

Los encuentros que organiza TodosLosNombres.org, como éste de El Castillo, sirven para abrir la puerta de la casa propia, para que la luz entre y desvele las historias de los olvidados. Para mostrar el camino de vuelta a los nombres que, como fantasmas, se arrastran por el limbo de los años sin que nadie los procure. Para construir con testimonios una casa común por cuya puerta entren todos los que vienen de tan lejos como los llevó el tiempo, a buscar su propio nombre, enterrado en la tierra, sus raíces. A redimirles con una palabra: «aquí estoy, vente conmigo».

Un reportaje realizado junto a Jack Daniel’s.

Historias de una Huelga: los prejubilados de Mercasevilla

Eduardo es uno de los más de 40 trabajadores de Mercasevilla que están prejubilados desde 2003, cuando la empresa aplicó a la plantilla un ERE que luego amplió en 2007. La suya, como la de Miguel Ángel, como las de millones de españoles, es otra de las historias que conforman ese mosaico que es no sólo una huelga general, sino una realidad diaria que quema más con cada amanecer y enfría las esperanzas con cada noche que cae.

[Youtube=http://www.youtube.com/watch?v=8kzlIQlZaS8]

Un reportaje realizado en colaboración con Jack Daniel’s.

Historias de una Huelga: los eventuales de Tussam

Miguel Ángel es uno de los 88 trabajadores eventuales de la empresa municipal de Transportes Urbanos de Sevilla (Tussam) que se encuentran en el paro desde abril tras haber conseguido una plaza en un concurso público. La suya es una de las muchas historias de lucha y sufrimiento, millones de odiseas diarias ante las que la crisis muerde con dientes más afilados con cada nuevo amanecer. Vidas entre paro y frágiles esperanzas, ocultas hasta que viene una huelga y todas salen a la calle.

[Youtube=http://www.youtube.com/watch?v=_a9sd3aEk2Y]

Un reportaje realizado con la colaboración de Jack Daniel’s.

Entrevista a Mundoficción (II)

Los compadres de Mundoficción siguen dando guerra con el rodaje (o no) de su próximo largometraje, ‘El Mundo es Nuestro’, protagonizado por el Cabesa y el Culebra, los canis más famosos de Internés y parte del extranjero, junto con el cani barroco.

[Youtube=http://www.youtube.com/watch?v=OFc6F1IF0ZM]

Allí estuvo Sin Futuro y Sin Un Duro, con la inestimable compañía de nuestro redactor loro, Jesús Beades, y de aquella entrevista improvisada a Alberto López y Alfonso Sánchez salió esto. Que lo disfrutéis.

[Youtube=http://www.youtube.com/watch?v=6kq-A5zD79s]

Y aquí tenéis la primera entrevista que le hicimos a los compadres de Mundoficción en el estreno del tercer corto de la Trilogía Sevillana. Y disculpad por el sonido, pero no podíamos hacer gran cosa con el ruido de dentro de la sala.

Sevilla 29S – La huelga general en las calles

Con la puntualidad que nos caracteriza, y siempre con la colaboración del jefe Jack Daniel’s, os traemos el vídeo de los actos sindicales que tuvieron lugar en diversos sitios de Sevilla durante la madrugada del 29 de septiembre de 2010, día de la Huelga General.

[Youtube=http://www.youtube.com/watch?v=sEHMFdLuUCs]

Pronto colgaremos más sobre la manifestación de la mañana, así como otras dos historias personales que ilustran la otra huelga. Sigan atentos. O no.

Resistencia y compromiso

Mañana hay convocada una huelga general en todo el país. ¿Qué harás tú? Tienes múltiples opciones. Puedes ir a trabajar (suerte). Puedes no poder ir a trabajar por no tener manera de ir. Puedes querer ir pero darte la vuelta cuando veas doscientos mil piquetes en la puerta del trabajo. Puedes no ir a trabajar. Puedes no ir a trabajar y quedarte en casa. Puedes no ir a trabajar e ir a las manifestaciones, o de piquete. Puedes no ir a trabajar pero ir a ejercer tu oficio, como hará servidor.

Decidas lo que decidas y hagas lo que hagas, y aunque seguramente no te conozco a ti que ahora lees esto, te pido que reflexiones sobre lo que haces y por qué lo haces. Y, en especial, sobre qué conlleva lo que haces. Que si vas a trabajar sepas que ganas un día de sueldo pero que puede ser pan para hoy y hambruna para mañana. Que si vas a las concentraciones sepas que estás protestando y defendiendo un derecho, pero que tu voz se la apropiarán unos sindicatos apesebrados, hipócritas y conniventes con este Gobierno contra el que dicen protestar (y eso cuando algunos pierden el norte y protestan por algo que nada tiene que ver).

Pero esto no es un sermón ni un alegato propagándístico, sino una declaración de intenciones personales, algo que, probablemente, tampoco te interesará (y lo comprendo). Yo iré a la huelga, pero respeto lo que tú hagas. Si quieres ir a trabajar, respetaré tu derecho al trabajo, que también lo tienes. Porque ante cualquier derecho está la libertad de cada uno y, antes, la de cada uno para con los demás.

Para ir a la huelga hace falta mucha resistencia, de aquélla de las huelgas del XIX, tanto para hacer frente a los retos y peligros contra los que se echa mano de la huelga para luchar contra la huelga misma, sus enemigos internos y aquellos que la usan para manipular a los trabajadores y apropiarse de su fuerza. Yo voy a la huelga, pero voy libre y solo, sin nadie que me tome como arma arrojadiza, sin más bandera que mis derechos, por los que voy a pelear como nadie, ningún sindicato, ningún partido, va a pelear si no lo hago yo.

Pero si voy también es por ti. Porque además de resistencia, en una huelga hace falta compromiso. Para uno mismo, para con el que secunda la huelga con uno y también para el que no. Porque la solución a esta crisis que hemos creado entre todos -unos más y otros menos, pero entre todos- hay que encontrarla y aplicarla entre todos, cada uno según su responsabilidad y capacidad. Y para eso tenemos que estar unidos, y dar sin esperar más que aquello por lo que estemos dando.

Mañana, cuando tomemos el testigo de aquellos trabajadores del XIX que pasaban semanas de penurias y represión, de hambre y cajas de resistencia, debemos tomar el testigo de su compromiso y su solidaridad. Debemos pensar en ellos como debemos pensar en el otro. En que no luchamos por nosotros mismos, sino por la sociedad. Y luchar hasta las últimas consecuencias. Porque tenemos esa libertad y ese poder, y porque nadie lo hará por nosotros, pero nosotros sí podemos hacerlo por los demás. Porque nosotros, muchos de nosotros, tenemos un trabajo que defender. Otros, muchos, no tienen más para defender que su dignidad perdida en un semáforo, en las calles, en la nada.

Por eso yo voy a la huelga. ¿Qué harás tú?

La cámara de la luz

La Torre de los Perdigones

Hubo un tiempo en que existió una Sevilla de barrios antiguos, grandes dédalos de calles estrechas llenas de telares y fábricas y casas habitadas por obreros. Hubo un tiempo en que el norte del Casco Histórico de la ciudad fue símbolo y estandarte del esplendor industrial de Sevilla. De aquel San Luis de fábricas y obreros hoy queda poco o nada más que el recuerdo, salvo una atalaya que se alza sobre el tiempo y la mano del hombre, como un centinela eterno de la urbe y sus habitantes.

La Torre de los Perdigones es el vestigio industrial más notorio e imponente de los que han resistido a la transformación urbana de la zona norte del Centro. Esta torre de casi 46 metros de altura formó parte de la antigua fundición San Francisco de Paula, dedicada desde 1890 a la fabricación de productos de plomo, entre ellos munición para armas –industria puntera en la Sevilla de la época-, como los perdigones de los que recibe el nombre.

Originariamente, la Torre de los Perdigones servía para fabricar este tipo de munición mediante un peculiar sistema basado en los recursos naturales más que en sofisticadas técnicas artificiales. Con la ayuda de poleas se subía el plomo hasta lo más alto de la torre. Allí había un horno en el que se fundía. A continuación se dejaba caer el plomo fundido por la torre. El aire que entraba por las ventanas y la fuerza de la gravedad dividían el plomo en pequeñas gotas que se solidificaban dentro una pequeña piscina, en la base de la torre, y de ahí los perdigones.

La fundición, junto a la mayoría de las fábricas de La Macarena, se trasladó en 1950 a los nuevos polígonos del extrarradio. La torre permaneció abandonada hasta que se restauró como mirador para la Expo de 1992 y, ya en 2005, el Ayuntamiento la acondicionó para albergar una cámara oscura con la que poder divisar toda Sevilla y los alrededores.

José Ángel Díaz es el guía de la Torre de los Perdigones. Además de gestionar las visitas –4 euros por persona-, él se encarga de conducirlos hasta la cámara oscura, de accionar el mecanismo de cuerdas que permite controlar el espejo de la cámara y de explicar al atónito visitante qué es lo que está viendo en cada momento en la gran “pantalla” ovalada. José Ángel habla de la maravilla de poder ver “fotografía en movimiento” que refleja el espejo y que deja embelesado a todo el que la visita. “Es maravilloso poder ver una fotografía de Sevilla y encontrar que esa fotografía se mueve, que es lo que realmente está pasando ahí fuera”, explica.

El Parque de los Perdigones y el noroeste de la ciudad, desde la Torre

Mientras va girando el espejo y va cambiando la imagen -ahora más lejos, en el Aljarafe, y ahora un poco más cerca, casi a nuestros pies-, José Ángel va explicando qué es lo que estamos viendo. “Esta cúpula grande de aquí es la de San Luis de los Franceses, y ésta de la derecha es la torre de Don Fadrique y al lado está el convento de Santa Clara, y el de San Vicente”. Son “monumentos que la gente no suele visitar, que están olvidados”, dice José Ángel, pero gracias a la cámara oscura “podemos mostrárselos a la gente, decirles que están ahí y explicar cómo son”.

El guía continúa descubriendo todos aquellos detalles de Sevilla que el ojo no suele ver desde el suelo. “¿Veis esa silueta delgada? Es la otra torre de los perdigones, en el Polígono Calonge. ¡Mirad ahí! Es el metro cruzando el río hacia San Juan”. Ciertamente alguien podría pensar que la cámara oscura es un artilugio mágico y que esa fotografía que se mueve no es más que una mera ilusión, el fruto de algún truco de factura oculta. Pero en esta ciudad de maravillas increíbles todo es lo que parece. José Ángel abre de pronto un par de puertas metálicas y la cámara oscura se vuelve luminosa y clara con la luz del día que entra a raudales. Los visitantes de la torre salen al balcón de la última planta, el mirador, y se tornan vigías de la urbe, deslumbrados por el espectáculo de contemplar Sevilla desde lo alto, como nuevos giraldillos.

Después de media hora -el tiempo que dura cada sesión de cámara oscura-, los visitantes se despiden del siempre sonriente José Ángel, y vuelven a los jardines que hay al pie de la torre. El viento esparce el agua fresca que mana de la fuente, rodeada de césped y árboles que dan sombra a los bancos. Es el lugar perfecto para descansar brevemente, para cerrar los ojos y ver, aún nítida en la retina, la estampa luminosa de Sevilla. El sol comienza a abrazar la ciudad. El viento caliente ya no juega a salpicar con el agua y ahora abofetea el rostro. Fuego lento. Ha llegado el momento de dejar los bancos y tomar un refrigerio, acaso ya el almuerzo, en el kiosco-restaurante Torre de los Perdigones. Porque también sacian el hambre los vigías, y porque Sevilla no sólo entra por los ojos.

Los encierros de Sevilla

Ernest Hemingway, escritor y periodista estadounidense conocido, entre otras cosas, por su afición a las fiestas de San Fermín, hubiera parafraseado y adaptado a nuestra ciudad la famosa cita de Obélix el Galo -«estos romanos están locos»- si hubiera podido levantar la cabeza para presenciar el encierro de esta mañana en la Plaza Nueva.

No faltó una persona, ni un detalle. Allí estaban a las diez y media, como un clavo, los policías-mozos con los pañuelos colorados del Sindicato Profesional de Policía Municipal de España (Sppme) y los periódicos enrollados. No tardó en llegar la Charanga del Pirata, y con un «música, maestro» comenzó el baile y la fiesta.

Pero faltaba alguien por llegar. Aquél a quien habían venido a hacer la ofrenda. San Alfredín, el santo «patrón de los incumplimientos», como rezaba un improvisado escapulario en su hábito, llegó acompañado por la hermana Sor Nevada “La Tacaña”. Justo detrás, cerrando el cortejo, los tres maestros que iban a lidiar a dos peligrosos astados: Recortao (el del recorte a los funcionarios) y Malpagao (el del pago de la productividad). Eran algo más de las 11, y los policías-mozos hicieron sonar el petardazo -primo sevillano del chupinazo- con el que daba comienzo el encierro.

“San Alfredín, venimos a pedirte, por favor, nos pagues lo que nos debes…”, cantaban los mozos enfervecidos delante del patrón. El portavoz de los policías, Manuel Bustelo, se refirió a “los continuos incumplimientos” del Ayuntamiento respecto a “los acuerdos que tenemos firmados desde el año pasado” y antes, en los que “no sólo se recogen “cuestiones económicas”, sino también otras relacionadas con “medios, instalaciones o vestuario”. Tener «el culo plano después de tantas reuniones», como dice Bustelo, explica que sus muchachos acuedieran al encuentro del santo cantando aquello de ”a Plaza Nueva hemos de ir, pa que nos pague, pa que nos pague… a Plaza Nueva hemos de ir, pa que nos pague San Alfredín”.

Mientras, los toros Recortao y Malpagao hacían de las suyas entre el gentío. Aunque los tres maestros, con el Niño de la Pipa -de extraño pero, obviamente, casual parecido con el teniente de alcalde, Antonio Rodrigo Torrijos– como cabeza de cartel, intentaban torearlos, finalmente quedaron desbocados y los mozos acabaron corriendo un encierro sin incidentes y con mucha guasa por toda la Plaza Nueva y por una calle Sierpes convertida por un momento en la Estafeta de Sevilla. Seguro que Hemingway hubiera disfrutado de lo lindo viendo a estos sanfermines desde la terraza del Bar Laredo.

2010

[Youtube=http://www.youtube.com/watch?v=k3vx0I2tm64]

Hoy es lunes, pero un lunes sin prisa. Sevilla ha amanecido con parsimonia, entre el canto de los vencejos que bien parecían imitar las bocinas de la noche anterior. Hasta la calor ha dormido más de la cuenta y ha concedido a los sevillanos una pequeña tregua matutina en este lunes de fiesta improvisada.

Hoy Sevilla no parece Sevilla. El bullicio de la madrugada ha dejado una ciudad lenta, serena, como de costumbre, pero sin bullicio, con una brisa fresca y un sol de brillo extraño, acaso más dorado que otros días.

En el Duque, Velázquez y algunos jubilados disfrutan la mañana brillante de triunfo. Algunos callejean sin rumbo y sin apremio, y en la estación de metro surge un hilo continuo de personas que caminan sin pausas hacia el tajo.

Los valientes que velan sin descanso la ciudad, que aguardan con paciencia otra noche de jolgorio -de tantas como habrá- tras la victoria que mece en dulces sueños a Sevilla, bañada en rojo y gualda, en gloria y alegría.

[Artículo original publicado en El Correo de Andalucía]