De(s)vergüenza

Durante estas semanas de campaña que, para bien de nuestra salud mental, hoy concluyen, y acaso también durante los últimos diez meses tan moviditos que hemos vivido -entre unos comicios y otros y las protestas del 15M y todo lo que de ello ha derivado-, hemos oído hablar mucho de la cosa política, de su ejercicio, de la (in)decencia de nuestros representantes en todas las instituciones y, sobre todo, del hartazgo y el desapego de los españoles de todo este asunto del gobierno de la polis.

Hablar de esto último, de sus causas y consecuencias y reflejos en la vida cotidiana, como ya digo que hemos visto en todo estos meses, es casi como hacerlo sobre el sexo de los ángeles: una cuestión inacabable, que normalmente tiende a derivar hacia la discusión de barra de bar, en la que todos sabemos qué es lo que pasa y hay quien incluso pontifica con «lo que hay que hacer, lo que hay que hacer», pero nadie parece tener el remedio adecuado -o los cojones- para dar fin a tamaño desaguisado nacional.

Pero ya que servidor de ustedes es aficionado a meterse en charcos como éste de hablar de los reflejos que del hastío hacia la cosa pública y sus gestores que tienen los españoles encontramos en la vida cotidiana, permítanme que les presente algo que es a la política lo que las torrijas a la Semana Santa que ya se avecina: esos panfletos cargados de críticas hacia el gobierno de turno con los que los partidos que están en la oposición suelen atestar los buzones de ciudades y pueblos.

Ayer me contaron que el PSOE de Sevilla capital había repartido por los barrios un papel en el que, amén del clásico de la mala gestión del Gobierno local, denuncian el incumplimiento de muchas de las promesas con las que el alcalde, Juan Ignacio Zoido, se llenó la boca durante la campaña electoral, hace ya un año.

La reacción de uno, como la de cualquier sevillano con dos dedos de frente y una mínima memoria, es la de clamar al cielo con una pregunta sin respuesta: ¿pero tendrá poca vergüenza el PSOE para decir que Sevilla está que da pena tras doce años de gobernar ellos? Es cierto que Juan Espadas y el resto del actual Grupo Municipal Socialista no estaban en esos años, pero da lo mismo: son los representantes de un partido al que, como mínimo, debería caérsele la cara del bochorno sólo con pensar en las barrabasadas que les ha dado tiempo a hacer -y han hecho- en estas tres legislaturas.

Pero, por otro lado, también es lógico que el PSOE de Espadas se dedique a esa función que se presupone y espera de la oposición: la de controlar un Gobierno municipal que ha hecho bien arrojando luz sobre los rotos y descosidos de la anterior corporación que se ha ido encontrando, pero que no entiende que esa circunstancia -o excusa- tiene validez durante el primer mes, y que a partir de entonces hay que dedicarse a gobernar y a solventar los problemas de la ciudad, en lugar de intentar huir de ellos echándole la culpa a los que vinieron antes.

Y así, en esta disyuntiva feroz entre sacarle las vergüenzas al otro y dedicarse a la tarea que a cada uno le han encomendado los sevillanos, son precisamente éstos quienes han de sopesar y decidir quién desempeña estas dos tareas de forma más equilibrada y coherente, de arreglo a lo que cada uno hace bien y mal, si bien al final la disyuntiva suele caer del lado de este «y tú más» chabacano en el que se ha convertido la arena -cada vez más piscina de barro- política española.

Al fin y al cabo, está visto y comprobado que, por la costumbre que tenemos los españoles de a pie, que un político se dedique a la labor que le está encomendada no sale a cuenta, no sólo electoral o políticamente, sino por ese reconocimiento que los ciudadanos debemos (o deberíamos deber) a quienes se dedican a nuestro bienestar. Está bien pensar que el tiempo pone a todo el mundo en su sitio, pero es un pensamiento algo optimista sabiendo que la verdad histórica es una señora que siempre llega con retraso a todos lados, y que no pocas veces se pierde por el camino.

Y entre medias, nuestros representantes en las instituciones públicas parecen ignorar lo que una parte creciente de la sociedad les pide, que asuman sus errores, pidan perdón por ellos y sean responsables de sus acciones, porque están más pendientes de practicar ese deporte, tan antiguo como entretenido, de ver la paja en el ojo ajeno, una disciplina en la que es campeona esta sociedad española de la que, nos guste o no, procede esta desvergonzada clase política nuestra.

Publicado por

Jesús Rodríguez

Periodista, fotógrafo, locutor de radio y escritor de Sevilla. He trabajado para más de veinte medios en distintos soportes. Estoy especializado en política, datos, temas sociales y música electrónica.