Aula bioclimática del Jardín Americano de Sevilla, en la Isla de la Cartuja

«Si abandonamos el Jardín Americano, fastidiamos el objetivo de abrir La Cartuja a la ciudad»

En abril del año pasado entrevisté a Enrique Hernández, presidente del Colegio de Geógrafos de Andalucía y portavoz de la Plataforma SOS Jardín Americano, para preguntarle por el lamentable estado de abandono al que el Gobierno municipal de Juan Ignacio Zoido ha condenado a este espacio verde de la Exposición Universal de 1992.

Rescato y publico esta interesante entrevista, que aún no ha visto la luz, no sólo porque la situación del jardín apenas ha cambiado, sino también por la visión de Hernández sobre la intervención ciudadana en el urbanismo y la configuración de la ciudad tanto a través de la normativa como del uso colectivo de los espacios urbanos al ocuparlos y apropiarse de ellos.

La pasarela de La Cartuja, sobre el pantalán de la dársena y el Jardín Americano
La antigua pasarela de la Expo 92 une el centro de Sevilla con La Cartuja sobre el Jardín Americano

Llama mucho la atención que se está promoviendo siempre la colaboración público-privada, pero cuando la ciudadanía presenta iniciativas serias, útiles, respaldadas por la gente y que cuestan poco dinero, no se les presta atención.

Pero eso tiene una lógica profunda, porque si la gente se dedica a hacer las cosas, ¿qué hacen entonces los políticos? Y sobre todo, porque de por medio no hay cash. Un ejemplo modélico de iniciativa público-privada de uso para la ciudad y empleo: el pelotazo de Altadis. Ése es el modelo urbanístico canónico y clásico de cómo se construye la ciudad a partir del entendimiento en las alturas entre la clase dirigente y las élites económicas en unas esferas a las que el resto del vulgar populacho no tenemos acceso de ninguna manera. Eso transcurre ahí arriba, en unas autopistas magníficas entre unos y otros. Se ponen de acuerdo y ellos construyen la ciudad. Lo que ocurre es que la ciudad es el sitio donde todos viviremos prácticamente toda nuestra vida, y hasta ahora hemos, en cierto modo, cedido la competencia de hacer nuestro mundo a una serie de gente.

¿Y qué es lo que está cambiando? Que ya no nos fiamos. Hubo un momento, en la Europa de la posguerra, en el que existían mecanismos para que las ciudades no se construyeran sólo en beneficio de los ricos, como fue el urbanismo regulado, la norma, el plan general, que es un instrumento que se supone transparente e igual para todos, que determina lo que hace y lo que no se hace en la ciudad, que limita la propiedad privada —que no es el derecho primero y universal sino que se pone en diálogo con otros derechos—. Y con esa planificación general —que a España llegó con los primeros ayuntamientos democráticos— se puso un poco de coto a lo que estaba ocurriendo. Aquí lo que había ocurrido sobre todo fue la destrucción masiva del centro histórico, la expulsión de la gente a las barriadas periféricas que estaban sin dotar ni siquiera de pavimento. Con la llegada de la democracia se impuso un urbanismo democrático, que se limitaba mediante esos mecanismos.

¿Qué ha estallado? Aquí en Sevilla, por ejemplo, el PGOU de 1986 fue bastante bueno, el que cambió la ciudad y se desarrolló en tiempo récord por la Expo. Después vino una etapa, en los años 90, en los que el PGOU estaba completo y no interesaba hacer un nuevo Plan General, sino más bien una actuación aquí, un pelotazo en Uralita, otro en Coca-Cola, Puerto Triana —que es el origen de la Torre Pelli, que viene de un pelotazo anterior al que hubo que dar solución porque había unos derechos de unos propietarios—. El PGOU de 2006 se empezó a aplicar conforme se fue desarrollando. Fue un proceso participativo con la gente que quiso estar, lo más que se despachaba en participación en la pasada década, y además es un buen Plan General en general. Lo que pasa es que cuando todo ha estallado nos hemos dado cuenta de que lo mismo que nos están ajustando la bolilla en temas sociales y recortando nuestro poder adquisitivo, bienestar, educación, sanidad y demás, se está produciendo un empoderamiento de nuevo de las élites que dicen: “oiga, yo tengo aquí unas propiedades y las tengo que poner en marcha”, y en Sevilla eso se está notando.

Y con la excusa del empleo se está volviendo a ese urbanismo. Con una diferencia: que ahora ya nos hemos dado cuenta de cómo va esto, y cada vez hay más gente con ideas y alternativas aplicables y que si no las aplican los responsables políticos, pues las aplican ellos. El acto que hicimos en el Jardín Americano de reponer los carteles fue simbólico, una forma de demostrar que si no lo hacen ellos, lo haremos nosotros. Ya no estamos dispuestos a que se tomen las decisiones sobre la ciudad por parte de los que han sido votados, sí, pero una vez cada cuatro años… Ese modelo de democracia a mí me parece una basura. Usted vota y ahora ya dejamos que éstos que están ahí decidan y hagan durante cuatro años. Pues no, porque las decisiones que tomen no van a durar cuatro años, sino toda la vida, porque lo que se haga en Altadis va a ser para siempre, en nuestro mundo.

Un cartel indica la ubicación de plantas que ya no existen en el Jardín Americano de Sevilla
Algunos carteles indican la antigua ubicación de plantas que ya no existen en el Jardín Americano de Sevilla

En cuanto al espacio público, existe todavía entre quienes nos gobiernan la percepción del espacio público como el hueco que hay entre las parcelas que dejan pasta. Y eso que desde hace ya bastante tiempo, se está reequilibrando la balanza entre el espacio construido y el no construido, que es cada vez más importante. Es en el espacio público donde somos ciudadanos y ciudad. Sevilla no se entendería si no fuera por todas las cosas que ocurren en el espacio público. Todos los elementos conforman ciudad, desde luego, pero el espacio público es clave. Aquí en el jardín tenemos un ejemplo de un espacio que se abandonó después de la Expo. Fue lamentable. Unos recursos que costaron un pastón, pero los que construyeron la Expo pensaron que esto era como una feria —primero la montaban y luego la desmontaban y se acabó—, mientras que la mayor parte de la gente vio que todo esto era útil.

El umbráculo se pensó en un primer momento como un vivero donde traerían plantas de América para aclimatarlas y luego distribuirlas por ahí. Los botánicos y la gente que llevó eso les dieron tanto cariño y lo hicieron tan bien que desarrollaron un proyecto para que se mantuviera ahí, y se mantuvo con casi 500 especies, y todo el mundo pensaba que ésa era una de las cosas que seguirían existiendo. Pero después de cerrar la Expo se cerró, se abandonó y se degradó: hubo conatos de incendio, desaparecieron las plantas más delicadas, otras prosperaron demasiado… Aquello se convirtió en un desastre. Era sangrante, como pasó con muchos pabellones, con la Andalucía de los niños… Además, siendo un espacio verde junto al Guadalquivir y el Centro, que no tiene zonas verdes.

Esa indignación permanente y creciente, incluso por parte de la gente de la Universidad que había ayudado a construir el espacio, hizo que en 2007 por fin se consiguiera dinero europeo y prácticamente se reconstruyera el jardín. En 2010 se abrió y se pensó que ese episodio por fin había quedado atrás. Pero tenemos la peor suerte del mundo. No se trataba sólo del jardín sino de la actividad que aquí había. Esto era un espacio público en el sentido de hacer cosas. Aquí hasta hace dos años había excursiones, visitas guiadas, actividades medioambientales los fines de semana… Una rentabilidad educativa y social de primer orden.

Después llegó el Ayuntamiento de Zoido y, como no querría gastarse lo poco que costaba, que es cuestión de prioridades, se metió en el mismo convenio que el resto de parques y zonas verdes y el mismo que pasa podando los árboles aquéllos otro día les tocan éstos, y lo demás se cerró y la degradación fue creciendo. Incluso se quedaba abierto algunas noches y se metía aquí la gente. “Es el vandalismo”. Sí, vale. Ahora han limpiado y mantienen y cierran por la noche, pero eso es el nivel cero. Esto necesita una actividad y una vida, que haya de nuevo veinte colegios todos los meses haciendo cosas, y los fines de semana tiene que haber actividades, asociaciones ambientales que organicen cosas, una programación, no esta languidez. Más de la mitad de las plantas se han perdido en estos dos años. La señalización de las plantas desapareció entera. Esto es un jardín botánico en el que tú no sabes qué coño estás viendo, eso no tiene sentido.

Una de las puertas de entrada al Jardín Americano de Sevilla, cerrada con candado
Una de las puertas de entrada al Jardín Americano de Sevilla, cerrada con candado

¿Esto lo gestiona el Ayuntamiento desde que se abrió?

Cuando se abrió se hizo un convenio por el que se creó la Fundación Naturalia XXI, que venía de la asociación homónima. Esta gente estuvieron desde siempre proponiendo hacer, tanto del Jardín Americano como de los del Guadalquivir y el Pabellón de la Navegación, un proyecto de continuo uso público y educativo. En esa fundación participaba el Ayuntamiento y otras administraciones, y el Ayuntamiento era el socio mayoritario. Cuando entró el nuevo Ayuntamiento decidió que esto no le gustaba, pero sin alternativa. Si este modelo no les gusta que propongan otro, pero que no se desentiendan como lo han hecho. La fundación se ha liquidado; el director, que era el que cuidaba este parque, ya se fue, y todos los servicios del parque entraron en la contrata general de Parques y Jardines. Pero este lugar necesita botánicos que lo cuiden. Aquí hay plantas especiales que no están para que venga el operario de Parques y Jardines y taca-taca.

Además ha habido un colapso en esa delegación y eso ha influido. Si esto hubiera tenido su propia gestión, no hubiera sufrido ese asunto. Yo creo que esto debería tener un tratamiento parecido al que tiene el Arboreto de El Carambolo, que es un sitio precioso y bien cuidado al que también van colegios. Eso fue una reforestación que se hizo en torno a los depósitos de Emasesa para fijar los terrenos, pero tuvieron la buena idea de hacerlo con un contenido botánico. Es un sitio magnífico que promueve la unidad de gestión educativa de Emasesa y que conecta con los colegios, y aquí, en el Pabellón de Mónaco, tiene también un acuario. ¿Por qué eso se lleva tan bien y esto no, que podía tener incluso más atención?

Pero eso lo lleva Emasesa directamente.

Exacto. Por eso estamos trabajando en diseñar algún tipo de propuesta. Tenemos ideas sobre lo que se puede hacer. Tendría que ir por una personalidad propia con un sistema de gestión propio, como el que tiene el Alamillo, e involucrar a otros sectores —botánicos, voluntarios, la Universidad— dispuestos a participar altruistamente en darle a esto una vida. Pero en cuanto oyen que queremos que haya ese tipo de gestión y gente voluntaria de por medio ya se descompone el asunto. A esto se le puede dar una vida de participación. El aula bioclimática, en vez de dársela a una asociación, podría abrirse para gente que quisiera hacer actividades. Pero para quitarse de en medio el problema se lo van a dar a una asociación como local para su sede. Una asociación bastante desconocida.

¿Cuál?

Asociación Medio Ambiente de Sevilla o no sé qué. Yo no había oído hablar de ella. Nosotros pedimos que esto esté aquí como está un centro cívico con una programación para que todo el que quiera hacer algo venga y lo haga. Pero cuando la gente empieza a participar y a apropiarse del espacio ya empiezan a tener problemas. Creo que esta visión restrictiva no tiene ningún futuro porque la gente está muy escarmentada ya, y cuando queremos hacer algo lo hacemos. Esperemos que aquí no tengamos que llegar a hacerlo por nuestra cuenta. Ya dimos un aviso el otro día con lo de los carteles.

Quizá la solución sería tan sencilla como que Urbanismo se lo tomara en serio.

Se lo tomara en serio y montara un programa y nos enseñaran a todos quiénes son los responsables y cómo se va a mantener y a cuidar la parte botánica y cómo se va a poner en uso lo demás. No sólo decir “sí, sí” como hasta ahora. Este espacio es tan distinto y tan especial que como no tenga gestión, responsables y programación propios va a volver otra vez a pasar lo mismo. Ya ha pasado, y volverá a pasar.

Aula bioclimática del Jardín Americano de Sevilla, en la Isla de la Cartuja
El aula bioclimática del Jardín Americano de Sevilla, cerrada y sin actividad

Digo lo de tomárselo en serio porque la gestión de los Parques y Jardines deja en Sevilla mucho que desear.

Tengo la sensación de que se ve como un coste improductivo, no como una inversión social, que es lo que es, porque son espacios clave de ciudadanía. Pero se ven como una rémora, como algo que le pesa al Ayuntamiento, que tiene unos presupuestos enormes, que no deja dinero a las arcas públicas. Había alguien que había hecho un estudio en el que decía que por cada X hectáreas de parques se reducía el coste sanitario y las ausencias laborales. Se han puesto en relación las zonas verdes y el bienestar y la salud de la gente.

Y en una ciudad tan mal hecha. Parece que en Sevilla no se plantean las zonas verdes como vías de interconexión sino como relleno.

Además, con la obsesión por el cerramiento. Llegué a escuchar a gente que quería cerrar plazas como la del Museo. Las soluciones para los espacios públicos no pueden ser sólo la cancela o la terraza y el velador del bar. Hay otras vías y otros caminos, espacios con otros tipos de actividad. Vamos a dejar que la gente use su creatividad, que hay mucha gente con muy buenas ideas para utilizar los espacios públicos. Habrá otras que sean una tontería, pero hay muchas buenas ideas y mucha gente dispuesta a llevarlas a cabo.

En una ciudad con uno de los centros históricos más grandes de Europa, macizo, una ciudad conventual, las plazas han quedado donde se tiraron los conventos. Los franceses fueron unos invasores muy malos pero también traían un buen urbanismo. Los espacios abiertos y libres colindantes con el centro histórico, como el Jardín Americano, deberían ser prioritarios. Y el urbanismo de los años 60 explusó a la población del centro y a meterlos en los bloques de los polígonos. Ahí tampoco se pensó en espacios libres, que se veían como zonas degradadas, y no se diseñaron. El PGOU de 1986 y el actual rellenan los alrededores con parques, pero no pueden seguir teniendo esa consideración periférica, sino que deben adquirir el papel de sitios centrales.

Está también el problema del vandalismo y del mal uso, porque si no incentivamos o expulsamos el uso normal sólo quedan aquéllos a los que les da igual ocho que ochenta y hacen las cosas a su manera. Pero cerrar el espacio no puede ser la respuesta a este problema. Mientras pensamos en otro tipo de actuaciones, sobre todo en educación, a medio y largo plazo, tenemos que defender los espacios sin necesidad de cerrarlos, por ejemplo con vigilancia. Si esto estuviera lleno de gente a todas horas el que viene a hacer la pintada no encontraría hueco.

Botellas de cerveza vacías en el Jardín Americano de Sevilla
Las botellas de cerveza vacías y otros desperdicios conforman una estampa habitual en el Jardín Americano

En la reunión que mantuvisteis en el Pabellón de Italia mencionabais también el uso de este espacio para conectar La Cartuja con el resto de la ciudad.

Aquí está prevista una pasarela que conectará esta zona con el otro lado cuando se complete la Torre Pelli y el resto del complejo. Está previsto en el PGOU. Y también el proyecto de conexión de toda la ribera hasta Triana, que chocó aquí con un problema, que no es el Pabellón de la Navegación sino las condiciones que impuso el arquitecto. Con el tiempo creo que lo lógico es que se quiten las vallas. La Cartuja tiene un problema en su concepción, que es que mira hacia atrás. Se abrió la ciudad al río por fin cuando se quitó el muro del ferrocarril por la margen izquierda, y sin embargo la Expo se construyó mirando otra vez hacia adentro, como ocurre con el Auditorio. El Jardín Americano era uno de los pocos sitios en que había un asomo al río. Por eso el proyecto, que costó 10 millones, incluía también la rehabilitación de los Jardines del Guadalquivir, el carril-bici hasta El Alamillo, el pantalán y todo lo demás. Aquí se ha creado un espacio público que es maravilloso, de una calidad ambiental y paisajística de primer orden. Si ahora volvemos hacia atrás y abandonamos esto, estamos otra vez fastidiando ese objetivo estratégico que es abrir La Cartuja hacia la ciudad.

En estos años, ¿qué es lo que se ha perdido aquí?

Lo más importante es el uso educativo y ambiental del espacio. Lo más grave. En el aspecto material, en los últimos meses hemos visto que ya no funciona el estanque de la ciaboga, que tenía un sistema de compuertas donde caía el agua por unos rápidos. Un sitio precioso que le encantaba a los niños y además era un jardín acuático. El aula bioclimática está cerrada. Se han perdido un número indeterminado de especies, pero nos tememos que muchísimas, yo diría que como mínimo un tercio del total a falta de hacer un censo. El domingo, cuando vinimos con los carteles a ponerles los nombres a las plantas, vimos que muchas de ellas ya no existían, pero pusimos los carteles como quien dice “aquí yace”. Y también hay desperfectos en el mobiliario urbano, han desaparecido los carteles, pintadas, parece que también se han llevado los cables del alumbrado público. En las últimas semanas, es verdad, se ha limpiado, barrido y pasa la policía de vez en cuando. Eso sí lo hemos ganado.

¿Qué más incluís en vuestra propuesta?

La propuesta no sólo mira al pasado reciente, a hace dos años, sino que incluye el voluntariado de la gente, como ocurre con la Asociación de Amigos del Alamillo. Incluye la reactivación por parte de la administración de la actividad dirigida por ellos pero también una mayor participación de otras entidades, de voluntarios y del sistema educativo de la ciudad para darle vida a este parte. Y como garantía también de que no se van a volver a olvidar de esto. Incluye la puesta en valor educativa del espacio pero añadiéndole una participación activa de la ciudadanía. Que esto sea un poco como la casa de todos.

El estanque de la ciaboga del Jardín Americano de Sevilla, completamente vacío
El estanque de la ciaboga del Jardín Americano de Sevilla, completamente vacío

¿Habéis tenido contacto con Urbanismo?

No, eso es lo que estamos esperando. Hace varias semanas hemos pedido una reunión con Maximiliano Vílchez, que es el concejal de Urbanismo, Medio Ambiente y Parques y Jardines. Que ya el propio nombre de la delegación te da una idea de cuál es la importancia que se le da a las cosas. Es como si alguien es presidente del Gobierno y alcalde de Camas a la vez. Urbanismo es tan grande que añadirle también la gestión de los parques y jardines debe hacer que sea la preocupación número 240 del concejal de Urbanismo, pero bueno, ellos tienen derecho a hacer la estructura que mejor les parezca. Insistiremos, y si no nos recibe volveremos a insistir.

Es curioso. Por un lado hemos retrocedido, porque en el aspecto municipal ya lo hemos visto con un proyecto como el de Altadis, que exigiría y exige un proceso amplio de participación y de acuerdo y de poner todas las cartas sobre la mesa. Se han desentendido de la participación, incluso de los órganos formales que ya estaban creados, como la comisión de seguimiento del PGOU, que se reunió ayer por primera vez después de un año o dos. Pero por otro lado, creo que la gente cada vez tiene más ganas de participar, y que quizá incluso los cauces que se abrieron entre 2003 y 2005 serían desbordados. La participación ahora tiene que ser mucho más activa y no limitada a los períodos de alegaciones que recoge la ley. Yo no quiero alegar algo a lo que usted me presente: yo quiero estar con usted viendo qué es lo que vamos a hacer. La participación se promueve menos desde la clase dirigente, porque parece que estén metidos en un búnker porque ven que las gente se les desbanda, y por otro lado la gente no quiere sólo opinar una tarde o mediante un escrito, sino que quiere participar en el proceso de creación. Eso además es irreversible. La diferencia entre 2003 y 2014 es que ahora hay una vida en las redes y una facilidad para la comunicación y un bullir.

En relación con las charlas de Iniciativa Sevilla Abierta, ¿por qué el Ayuntamiento no ha continuado con el plan estratégico? Yo fui director del plan estratégico, que fue un proceso de participación desde arriba que intentó diseñar y sacó unos documentos donde se proyectaba el futuro de la ciudad hasta 2020. Pues el nuevo Ayuntamiento, que podía perfectamente haberlo asumido o haberle dado otra orientación, estructura y personal, lo guardó todo en un cajón y no presentó una alternativa. Entonces la gente se reúne, y si usted no está aquí pues nosotros vamos a plantearlo. Hay una bunkerización del Ayuntamiento, que no quiere tener nada que ver con nadie, y cada vez mayor movimiento de la gente y proyectos cada vez más interesantes. Y eso tiene que aflorar, tarde o temprano. Pero lo hará.

Publicado por

Jesús Rodríguez

Periodista, fotógrafo, locutor de radio y escritor de Sevilla. He trabajado para más de veinte medios en distintos soportes. Estoy especializado en política, datos, temas sociales y música electrónica.