Juan Espadas, las redes sociales y la calle

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Gregorio Verdugo / Jesús Rodríguez.

Juan Espadas, candidato del PSOE a la alcaldía de Sevilla, presentó ayer su política 2.0, una de sus principales apuestas para la campaña electoral y, afirma él, para su Gobierno de la ciudad en caso de que los electores le den la vara de mando en mayo de 2011.

De la presentación que hizo Espadas podemos deducir una fuerte apuesta por las tecnologías como medio para que las personas tengan una comunicación más cercana y certera con el Gobierno. De hecho, el propio Espadas sostiene que “no puedo renunciar al instrumento más potente que hay ahora mismo para llegar a los ciudadanos”.

Ciertamente, Espadas demuestra una amplitud de miras nueva, impropia del político español actual -lo cual es grave per se, y más a estas alturas-, que no sólo alcanza el mero uso y explotación de los nuevos recursos que ofrece Internet, sino la posibilidad de que los ciudadanos, por fin, puedan tener una manera rápida y efectiva de acceder a los políticos.

Pero, lejos de que el cuento de esta entrada tenga un final tan feliz como éste, las preguntas surgen una tras otra, y la primera es una transposición dospuntocerística lógica de una duda omnipresente entre el electorado: ¿realmente Juan Espadas -o ponga aquí el nombre de su político preferido- está en las redes sociales para ser un político -y/o futuro alcalde- al que los ciudadanos puedan dirigirse con rapidez y eficacia o bien su fin es únicamente el de hacer que su foto circule por Facebook, Twitter, Flickr, etcétera?

Paco Torres, que en su blog enumera diez errores de Juan Espadas, acierta al señalar que Espadas pisa sobre las huellas que ya ha dejado Juan Ignacio Zoido, candidato del PP, cuando apostó, hace un mes, por estar presente en 14 redes sociales. Cierto es que la propuesta del candidato del PSOE es más moderada -sólo 6 redes frente a las 14 de Zoido, de las cuales algunas ya sufren abandono-, y con una vocación -afirma- más dirigida a la comunicación de los ciudadanos con el político más que a una simple exposición de éste -de su “personalidad 2.0”-.

Aunque los ciudadanos, internautas o no, raramente pueden evitar ese temor que, parece que con razón, manifiestan cuando ven los perfiles de los candidatos en las redes como una transposición virtual de la pega de carteles de los primeros tiempos de la democracia. Algo que para los políticos es jugar con fuego, sobre todo si, como Espadas, aseguran que ellos mismos mantendrán al día los diversos perfiles, ya que al poco tiempo pueden encontrarse sumidos en el abandono, como ya pasa con el Tumblr de Zoido. Y entonces ellos mismos se cavan su propia tumba.

¿Cómo contrarrestar este miedo infundado -o todo lo contrario- de los ciudadanos? Aquí es donde entramos en la segunda de las cuestiones que hacen del post de Paco Torres un acierto. Llama la atención esta nueva fiebre tecnológica, esta necesidad imperiosa de los políticos -como las empresas- por estar presentes en todos los sitios de Internet sea como sea. Una carrera por conquistar la luna que lleva a olvidar la tierra sobre la que nos asentamos.

Vale, que sí, que hay que estar en Internet, pero, ¿a toda costa? ¿A costa, incluso, de cambiar el mundo de la calle, la ciudad que acoge a los ciudadanos, por un mundo virtual, abstracto, intangible, inexistente en un extremo último? “Es que los ciudadanos están en la Red”. Sí, es cierto, pero los ciudadanos, antes que en la Red, están en la calle. Y es ahí, en los barrios, en las plazas, en los bares, donde los políticos siguen sin estar, más que para arañar todos los votos posibles en época de elecciones. Por eso no es de extrañar que parezca que Internet, como una recreación virtual de la calle, se convierta en eso: en un sitio al que los candidatos acuden a poner su mejor sonrisa de cartón-piedra y su eslogan más efectivo para decirles a los ciudadanos con letra pequeña: “Deme usted su voto”.

Ya lo dijo Espadas el día de la presentación: “las personas se identifican con lo más cercano”. La asignatura que aún tienen pendiente los políticos, para su vergüenza, es estar a pie de calle, donde se mueven las personas, para ver el mismo mundo que ven ellas y no saltárselo para caer en otro virtual donde no sólo la realidad aparece de forma distorsionada, mutilada o, normalmente, invisible -porque no todos dicen lo que tienen que decir, aunque se les ponga a huevo-, sino donde también existe el peligro de que se levante el muro de esa misma virtualidad fría que aleja al ciudadano de sus gobernantes.

Y no por el interés del político, sino por el del ciudadano, porque antes de darle la facilidad de llegar al político -con herramientas como las que ofrece la Red-, es el político quien debe acercarse a él, en ejercicio del servicio público que define -o debe definir, por triste que sea tener que decir lo que debe ser- a los cargos electos para representarlo en las instituciones de gobierno. Y como la ciudad no es una red social y así lo sabe Juan Espadas, que dijo con lógica que “no puedo atender en persona a 700.000 sevillanos”, para eso están los delegados y los equipos.

Si Espadas, como el resto de los candidatos, tiene en cuenta estas cuestiones y traslada su propuesta 2.0 más allá de la campaña electoral -de la exposición del candidato- y las hace funcionar en los años de gobierno municipal -como herramienta de participación ciudadana- conseguirá que, realmente, las redes sociales e Internet no sean una finalidad en sí mismas, sino sólo un instrumento muy útil, un complemento -como todo lo que es la Red- de la vida y la participación del ciudadano a pie de calle.

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Publicado por

Jesús Rodríguez

Periodista, fotógrafo, locutor de radio y escritor de Sevilla. He trabajado para más de veinte medios en distintos soportes. Estoy especializado en política, datos, temas sociales y música electrónica.