Vuelve lento mi padre. Le pesan los agostos
sin fin sobre los hombros y el sombrero de paja.
Ahora el huerto es sólo la sombra polvorienta
del verde de las parras.
No es más que ramas secas y mi padre que busca
unos frutos podridos y arrojados
en un montón cubierto por las moscas.
En la espuerta de mimbre tan sólo dos pimientos,
unos tomates verdes y un racimo de uvas
heridas por los mirlos sin remedio.
Contempla el huerto estéril y murmura
con la voz ronca y honda, como un pozo que ha estado
sin agua largo tiempo.
3-IX-11