Izquierda Unida, objeto de deseo

Jesús Rodríguez / Gregorio Verdugo. El cansancio, las ojeras y la resaca -en según qué caso- que siguen a las noches electorales, sobre todo si son de sorpresa, como la de anoche, tienen el lado bueno del sosiego informativo tras una tarde-noche de sondeos con la misma puntería que una escopetilla de caña, como dejó en evidencia el resultado. La mayor parte pronosticaban lo mismo que habían venido haciendo las encuestas desde hacía ya tiempo: una holgada mayoría absoluta para el Partido Popular.

Sin embargo, al filo de la una de la tarde, una fuente nos envió un mensaje con el resultado de una israelita (encuesta a pie de urna) realizada a las doce, y que contradecía a todos los sondeos, ya que vaticinaba un vuelco respecto de los pronósticos previos. Así lo publicamos en twitter a las 13.27, con el consiguiente revuelo.

Tras la resaca de la intensa jornada electoral, Andalucía se ha despertado hoy con más cara de lunes de lo habitual, ojerosa y triste. Algo parecido a como lo habrá hecho Javier Arenas -y muchos de los que tenían esperanza puesta en su victoria- en esta mañana de entender que el mundo y la vida siguen ese curso que nos fuerza a aceptar las cosas tal y como vienen.

La jugada de Arenas, una vez más, ha sido torpe. Ha cometido el error de bulto que ni el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, ni el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, cometieron: creerse que esto estaba hecho. Estos dos arrasaron. Arenas se ha quedado a las puertas. A la mala imagen que dio al negarse a dar la cara ante los andaluces -y despreciar la oportunidad para dar el golpe de gracia a un moribundo Griñán- en el debate en Canal Sur, hay que sumar el flaco favor que Rajoy le ha hecho con su agresiva política de recortes.

Sigue leyendo Izquierda Unida, objeto de deseo

La hora de los perros viejos

Hoy, domingo, 25 de marzo de 2012, es el día del cambio de hora, y también, dicen, es el día en el que llega la hora del cambio. Los partidos llevan vendiéndonos la misma burra desde aquella campaña de 1982 que llevó a La Moncloa a Felipe González. Desde entonces, el cambio ha pegado más de un bandazo, desde la izquierda a la derecha, hasta acabar siendo otra muletilla prostituida por el marketing político, porque lo cierto es que cambio ha habido poco. Y menos en Andalucía.

Después de 30 años de gobierno del PSOE, exceptuando aquellos dos de la coalición entre el PP e Izquierda Unida -la «pinza», que es un muy curioso concepto acuñado por los socialistas para denominar cualquier pacto o gobierno en el que ellos no pinten lo más mínimo-, bien se puede decir que Andalucía no es la misma que la que dejó el franquismo, pero se le parece. Cuanto menos, sigue siendo, como entonces, la región más atrasada de España, y acaso de Europa.

Podría decirse que comparar la Andalucía de 1982 con la de hoy es una tontería, que 30 años son muchos como para no haber cambiado lo más mínimo. Es cierto, como cierto es que algo hemos mejorado. Faltaría más, tiempo hemos tenido. Pero si de tener tiempo se trata, con tres décadas ha contado el PSOE para hacer que Andalucía deje de ser el culo de Europa, y lo único que ha demostrado es su incapacidad para lograrlo.

Sí, 30 años son muchos. Demasiados. Tantos que una generación entera, la de los 80 en adelante -a la que pertenece un servidor, no ha conocido otro gobierno que el del PSOE, y muchos ni siquiera hemos visto con nuestros ojos otro presidente de la Junta que Manuel Chaves, aparte de José Antonio Griñán en estos últimos años.

Para estar los socialistas en tan férrea oposición al franquismo y todo lo que representa, y para estar siempre erigiéndose en liberadores del pueblo andaluz frente a esa derechona rancia a la que invocan permanentemente a fin de meter el miedo, bien paradójico es que lleven casi tanto tiempo en el poder como lo estuvo el dictador, tramas de corrupción incluidas, como en los mejores regímenes autoritarios.

Pero no se preocupen, que hoy, dicen, llega el cambio. El de Javier Arenas, ese antihéroe de la política andaluza al que, como el gobierno socialista, los que nacimos de los 80 en adelante recordamos batallando sin éxito como un Quijano incansable contra el molino del PSOE, en una derrota perpetua, tres de tres (1994, 1996 y 2008) y un medio gobierno (1994-1996) que no llego a ser del todo, pero que ahora, a la cuarta, parece que se culminará por fin.

Quizá éste sea el único cambio que acompañará a Arenas, pues quienes lo hemos visto a lo largo de todos estos años ya nos lo tenemos bastante bien conocido, aunque sólo sea de verlo en esa segunda fila de la oposición, y no poniendo en marcha políticas desde el gobierno autonómico.

Más allá, como orquesta en esta pelea de gallos -o de viejos perros que se conocen desde hace bastante-, está la Izquierda Unida de Diego Valderas, otro muchachito que lleva en el Parlamento de Andalucía desde el año 1986, y que fue pareja de baile de Arenas en aquel efímero gobierno de entre el 94 y el 96.

Junto a fieles escuderos como Juan Manuel Sánchez Gordillo, otro recién llegado a esto de la política (alcalde de Marinaleda, Sevilla, desde 1979), Valderas es un vivo reflejo de ese cambio que a partir de hoy veremos por doquier, aunque en caso de que Arenas no gane con mayoría absoluta tendrá que decidir con qué pierde más: si absteniéndose en la votación de investidura o si apoyando la perpetuación, cuatro años más, del gobierno del PSOE.

Al otro lado del campo de batalla, deseosos de entablar combate, tres nuevos -qué digo nuevos, como si los otros fueran viejos- contendientes. En primer lugar, UPyD, que porta el estandarte de la incoherencia, al presentarse a las elecciones de una de esas comunidades autónomas que la líder nacional de su partido, Rosa Díez, calificó no hace mucho como «chiringuitos».

En dura pugna con el partido magenta está el ave fénix -quién sabe hasta cuando- de la política del Sur, el Partido Andalucista, ese partido guerrero -como se le conoce por estos lares a causa de sus continuas luchas intestinas- hoy comandado por la integradora Pilar González, repleto de nuevos milicianos -como Fernando Álvarez-Ossorio o Pilar Távora- de una desbordante ilusión con la que ya veremos si finalmente consiguen recuperar el apoyo perdido fuera y dentro del partido.

Y en alguna esquina de la más moderna y olvidada izquierda se encuentra Equo, el partido verde que, de tan verde, aún ni se le espera en la bancada de los diputados andaluces. La esperanza de este verde partido es la de mucha gente que confía en que introduzcan, como ellos pretenden, frescor en la política a todos los niveles, ahora también autonómico.

Pero estos tres contendientes, aseguran todas las encuestas, son harina de otro costal que no se abrirá por el momento. Mientras tanto, Andalucía se debate entre la encrucijada de desalojar a quienes llevan tres décadas apoltronados en el poder y sustituirlos por alguien que lleva casi tantos años intentando hacer lo propio, en un quiero y no puedo patético. Entre el cambio por algo que es lo mismo de todo este tiempo atrás, y el camino seguro, por el que seguro que iremos a ver repetido lo mismo que durante estos 30 años hemos visto y vivido, que es peor.

La única seguridad en el camino de los andaluces es que hoy hay un cambio, uno de mentalidad, el de tener la certeza de que esa esperanza que pedía la blanca y verde no llega tras siglos de guerra que hoy, con el trono de San Telmo como objetivo, continúan. Una guerra en la que, como en todas las que ha vivido esta tierra, gane quien gane, serán los andaluces los que pierdan.

Mónica Oltra: «El voto más útil es aquél que te satisface»

Mónica Oltra, diputada de la coalición Compromís en las Cortes Valencianas, visitó Sevilla el pasado 23 de marzo para apoyar al candidato de Equo a la presidencia de la Junta de Andalucía, Esteban de Manuel, y para participar junto a él en la conferencia ‘Juventud: educación, empleo y democracia’, que se celebró en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla, en el patio de cuyo rectorado se grabó esta entrevista para sevilla!report.

Hablando de política y redes sociales con Equo

Gregorio Verdugo / Jesús Rodríguez. Ayer asistimos a un debate sobre política y redes sociales organizado por Equo Sevilla bajo el hashtag #EquoRRSS. Se celebró en un local hostelero de la calle San Fernando de Sevilla, justo frente al rectorado de la Universidad Hispalense, y aunque no estuvo demasiado concurrido sí fue de lo más interesante.

Curiosamente no fue un debate a la usanza tradicional, donde el político de turno se coloca en la cabecera de la mesa y se convierte en el epicentro del mismo, acaparando toda la atención y el grueso del turno de palabra.

No, el de ayer fue algo diferente y el político de marras, en este caso el candidato de la formación ecologista a la presidencia de la Junta de Andalucía, Esteban de Manuel  (@estebandemanuel), se sentó como uno más entre los asistentes a escuchar con atención lo que tenían que decir los integrantes de la mesa, Sonia Contero (@soniconp), Ángel Vilches (@7vueltas) y Sergio Marín (@kuikailer), conducidos en la moderación por Germán Jiménez (@potoma).

Como repetir aquí un debate que se prolongó casi hasta las dos horas resultaría de lo más aburrido, os dejamos aquí la condensación extrema de lo que sacamos del mismo en un solo párrafo que pretende aglutinar las ideas más importantes que allí se barajaron.

Llegamos a la conclusión de que, quienes apostamos por una mayor participación ciudadana, debemos seguir desarrollando estos canales alternativos de comunicación en que se han convertido las redes sociales. Su papel en la política actual cada vez tiene mayor importancia, aunque aún está bastante por potenciar este aspecto sobre todo por los políticos profesionales, debido a la importancia que tiene para la ciudadanía la escucha activa y el poder intercambiar información y opiniones con los sujetos políticos sin intermediarios. Esta interacción entre los políticos y las redes de intereses de ciudadanos se adivina como la base sobre la que se edificará la política futura, ya que la creación de comunidad es la función básica de las redes sociales en el campo político. Aunque hubo alguna voz discordante (@Trisco la lió equivocándose de término para definir el concepto que quería -no lo hagáis en casa, niños- al reivindicar la “elitización de las redes contra los imbéciles” y dando hasta nombres de algunos de ellos), todos parecíamos estar de acuerdo en que estas herramientas proporcionan un altavoz importante a la ciudadanía antes del todo inexistente. La nueva democracia se va a definir por las redes sociales, porque no hay nada más democrático que una red social, cuya jerarquización se efectúa a base del prestigio que se va ganado el individuo por sus interacciones en la propia red.

También, cómo no, fue interesante lo que el propio Esteban nos contó sobre su experiencia en la web, que comenzó con Facebook, una red que “me ha permitido crear redes 1.0”. Esteban contó su experiencia actual en su blog, Letras Emergentes, y destacó la repercusión y la “difusión muy grande que le da el blog a lo que escribo”, aunque “eso escapa a mi control muchas veces”, afirmó, casi con la misma sorpresa con la que en ocasiones “veo que gente me responde o que se ha rebotado” por lo que comenta en Twitter, al cual “aún no me acostumbro; yo, que me enrollo como una persiana, poner un mensaje en 140 caracteres…”. Tiempo tiene de cogerle la medida a los tuiteos, teniendo por delante “cuatro años para trabajar y mejorar”, como apuntó Sonia.

Para la próxima quedamos en realizar entre todos una tesis doctoral sobre “el amor debido a los trolls” como especie sin la cual la red deja de tener sentido. Pero ése será otro post y, probablemente, bastante más largo.