Bautizo de un freelance

La compañera Magda Bandera, periodista en la revista La Marea, nos ha dedicado a Gregorio y a mí un artículo en su blog. Al hilo de la publicación de las aventuras contractuales de Aznar y Abengoa en la Libia de Gadafi, ha decidido regalarnos unas líneas para felicitarnos por la exclusiva en eldiario.es y para, de paso, reconocer la tarea de todos aquellos que nos ganamos la vida —o lo pretendemos— elaborando la información por cuenta propia y vendiéndola al mejor postor. Una figura que, en los tiempos que corren, suele transmutarse por «el que pague algo», sin ponerse muy exquisitos con que la cantidad sea mayor o menor.

Dice Magda algo que no es ajeno a ningún periodista, sea freelance o miembro de una redacción: los sueldos están por los suelos. Es curioso: después de tres años de informar a diario, o casi, en sevilla report, nuestros lectores, amigos y familiares solían felicitarnos por nuestra abnegada labor. Me emocionaba con los halagos pero también esperaba que el reconocimiento fuera económico algún día, y mejor pronto.

Ahora que por fin ha llegado la pasta gracias a la exclusiva libia, he sido consciente de que no conviene despreciar el renombre y que la gente te conozca. Ambos reconocimientos son igual de valiosos y necesarios, y acaso el segundo lo es más. No es una cuestión de ego —a uno, que apenas tiene 1.200 seguidores en twitter, no le van esas cosas—. Supongo que si uno quiere prosperar como freelance ha de procurar que sus informaciones vayan asociadas a su nombre —ahora lo llaman personal branding—. Cuanto mejor una, mejor el otro.

Magda fue la primera persona a la que le ofrecí la exclusiva. Es cierto que la historia se vende sola, pero me sorprendió su respuesta firme. «Sí, nos interesa», dijo sin vacilación. Para alguien que ha intentado vender no pocas historias en un ámbito tan complicado como el local —y más en esta Sevilla vuelta de espaldas hacia sí misma— ya es increíble que alguien acepte comprarte una. Y si encima habla de remuneración económica sin que uno se lo mencione es para pellizcarse.

La primera vez que quise publicar una historia en un diario fue en 2010. Acababa de concluir la carrera y de escribir con Gregorio un reportaje que costó tres meses y muchísimo trabajo, documentación, pateos arriba y abajo y peleas con todo tipo de fuentes —incluido algún yonqui—. Casi nadie lo quería. Hubo alguien que pagaba —y bien— pero no tenía espacio.  Y alguien que ofrecía una doble página pero con la cínica coletilla de que, «como tú comprenderás, no podemos pagarte». Dos años y medio después, esa historia se convirtió en mi primer libro.

En realidad Magda me ofreció, acaso ya me los dio, los dos reconocimientos que espera y merece no sólo un freelance, sino cualquier periodista: la consideración por una historia bien trabajada y el dinero que paga el pan necesario para seguir contando historias un día más. Puede parecer una cosa insignificante. Otro medio no se dignó a contestar a un correo en el que le ofrecíamos la historia. Imagino los gritos que alguien daría en la redacción la mañana en que destapamos la información.

Al final decidimos, por motivos no sólo económicos, trabajar con eldiario.es. Pero me acordé de Magda. Me dio cosa dejarla sin la historia. Si hubiera podido, además de con los compañeros de eldiario.es, hubiera trabajado con ella. Pero me consuela pensar que con sus palabras de reconocimiento en su blog nos está dando, en realidad, el ánimo necesario para seguir por este camino que apenas comenzamos a transitar. En él, sin duda, encontraremos muchas más historias que, ojalá, verán la luz con olor a tinta y nuestros nombres impresos en las páginas de La Marea y en otros muchos medios. Y que ustedes las lean.

El pago en los medios y el valor de la información

El otro día, navegando por el blog de Juan Varela, me encontré con esta entrada antigua, en la cual su autor hablaba de que la publicidad como base del modelo de negocio de los medios está llegando a su fin, como también le ha sucedido al modelo de pago por la información. Y aunque es antigua, no deja de ser actual y de dar pie a una sencilla reflexión.

El descarte de la publicidad como un sustento y una fuente de negocio para los medios viene provocado por la falta de anunciantes, algo que ha echado por tierra el planteamiento de los gratuitos (como hemos podido comprobar con el cierre de Metro, de ADN.es y de ocho delegaciones de 20Minutos), pero sobre todo es causa del coste tan bajo que los anuncios adquieren en Internet, y eso incide en las posibilidades de negocio de los medios digitales, sean del tipo que sean.

El negocio de los medios no puede seguir basándose en la publicidad. Si se supone que ha habido o que está dándose un cambio de paradigma en la industria de la información, es absurdo seguir con la misma base de negocio, tanto más en tiempos como los actuales, de profundos cambios en la economía que afectan notablemente a la publicidad, a cuánto se acude a ella y a los caminos que ésta tomará de ahora en adelante para difundirse.

Si ya no podemos vivir de la publicidad, nos queda sólo la solución del cobro por contenidos. Pero, como bien dice Varela en su artículo, ni una ni otra serían posibles. Al menos per se. Varela tiene razón al decir que sería absurdo volver a cobrar por determinados contenidos, como el grueso de las noticias, cada vez más homogeneizadas y basadas en información de agencias, gabinetes y notas de prensa (el periodismo de teletipos).

Pero también matiza, no con menos acierto, que generar el pago de los lectores es posible siempre que se ofrezca un producto diferente, algo único que no ofrezca nadie más. Reportajes, vídeos, fotos e historias por las que de verdad merezca la pena pagar, aunque sea poco. Algo como este magnífico fotoreportaje multimedia de Le Monde, del que tuve conocimiento gracias a Paper Papers, y que supone un perfecto ejemplo de ese periodismo de calidad que mezcla lo mejor de antes -la curiosidad y las ganas por buscar la verdad- y lo bueno de ahora. Un ejemplo de en qué debería consistir el nuevo periodismo, en lugar de otras cosas extrañas que anuncian algunos gurús.

Los medios tienen que asumir este reto, por su propia existencia, y en este reto tienen un papel preponderante los periodistas. Nosotros debemos pensar en nuestra labor, y preguntarnos si estamos preparados. Y cuando lo veamos claro, invitar a los lectores a que se preparen ellos para seguirnos.