El blanco y negro del Plan Centro de Sevilla

A Plan Centro puesto, Plan Centro muerto. Ya se ha cerrado el círculo, como estaba anunciado, desde antes del 22 de mayo, en el caso de que Zoido alcanzase la alcaldía de la ciudad. Que haya sido por decreto y no en el pleno, como bien dice Juan Carlos Blanco, es lo de menos. No por su abundancia, sino por su escasez, brillan el diálogo y el consenso políticos en estos tiempos.

La cuestión relevante no es la de las formas con las que el alcalde ha echado abajo el plan de restricción del tráfico en el centro, sino el mismo hecho de echarlo abajo y qué va a suponer, si el libre albedrío del vehículo privado o si esta derogación dará paso a un nuevo plan hecho sin prisas y con alternativas de transporte y de estacionamiento de vehículos en las zonas periféricas.

A falta de solventar esta duda, nos encontramos en el punto de tránsito del blanco de Monteseirín al negro de Zoido. O viceversa, que en este quita y pon de planes los colores son un tanto monta, monta tanto, Alfredito y Juan Ignacio. Uno impuso el plan casi a la fuerza, como medida disuasoria (más bien forzosa y sancionadora) contra el uso del vehículo privado en el centro, y el otro lo ha eliminado como el uno lo instauró, y aquí paz y después gloria, y Sevilla, como siempre, eterna por impasible, de estar igual que antes y de desandar lo andado.

Mientras tanto, el transporte público sigue muerto de risa esperando a que alguien le dé su sitio. Hemos pasado de la prohibición sin algo a cambio -con una línea 2 del Metro con la que la Junta le daba coba día sí y día también a los sevillanos, y con Tussam en una constante e incontrolada espiral de ruina- del plan de Monteseirín a la cerrazón de Zoido en querer coger por la calle de enmedio en lugar de reparar los desperfectos del sistema y suavizar las aristas, algo que sin duda hubiera sido más rápido, barato y eficaz, y además hubiera contentado a los grupos políticos y a la, por haber querido dar el gusto a unos pocos, hoy descontenta mayoría de colectivos.

Zoido ya anda prometiendo alternativas, entre ellas el refuerzo del transporte público con microbuses. Pero mientras esas medidas de impulso del transporte público llegan y no -amén de la construcción de la línea 2 del metro y de la recuperación de los servicios de Tussam suprimidos durantes el último año, dos acontecimientos que no se esperan sino con mucha fe-, quienes pierden son los sevillanos, que ven cómo cada día es más complicado no sólo llegar al centro de otro modo que no sea en vehículo privado, sino, ahora también, transitar por sus calles, convertidas, con cada nuevo despropósito del área de Movilidad, de laberinto bullicioso a un antipático decorado de cartón piedra en blanco y negro.