El tópico de lo gracioso (o viceversa)

Escribe en su blog mi compañera María José Durán a colación de las declaraciones de José Antonio Durán i Lleida sobre el PER (sobre las cuales no aportaré nada porque me da pereza y ya bastante se ha dicho):

De ese sentido del humor del que hacemos gala los andaluces podríamos valernos en estas circunstancias para salir al paso sin darle publicidad gratuita a mi primo hermano. Al hilo de esto recuerdo una serie de sketchs que se emitieron en El Intermedio, parodiando una ETA sureña. Estamos Tan Agustito, banda de liberación andaluza. En este enlace os dejo uno de los vídeos, genial a mi humilde parecer. Lo mejor de todo, la bandera del Betis al fondo.

No sé si ustedes recuerdan el jaleo sobrevenido a la transmisión de estos gags, que también fue sonado. Sin embargo, eso mismo hacen Los Morancos, pero como ellos son andaluces, nadie se enfada. ¿No recomiendan acaso 8 de cada 10 psicólogos reírse de uno mismo como medicina preventiva para nuestra salud mental? ¿Y no somos los andaluces los propietarios de la felicidad en éste, nuestro país?

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A mi parecer, el problema sobre el humor acerca de los tópicos viene cuando no es uno mismo, sino el otro, el que se ríe de uno. Me remito a los sketchs de programas como Vaya Semanita (ETB) o Polònia (TV3). En ellos aparecen parodias de los vascos y de los catalanes, hechas por vascos y por catalanes, respectivamente. Lo mismo sucede con las geniales parodias de lo andaluz que hacían Los Morancos en Canal Sur. Se reían del topicazo, pero ellos son andaluces.

Que el hecho de que uno se ría de uno mismo sea simpático para uno y sus allegados, mientras que si la broma la hace un forastero ya resulta antipática, puede ser consecuencia de que la broma del forastero normalmente se hace con ánimo de mofa y de ridiculizar, y, aunque a veces no sea ésa la intención, siempre se percibe de igual forma. De todos modos, cuando un forastero se ríe de lo andaluz, aunque lo haga con acierto y sin mala baba, es cuando los andaluces más caemos en el topicazo, en ese orgullo chovinista y condescendiente que, al final, es lo que más mal nos trae y lo que nos hace anclarnos en nuestro renquear cultural tan típico de siglos, que poco tiene que ver con nuestra tradición, que debe preservarse sin complejos, pues poco tiene que ver con el estereotipo aunque éste se confunda con aquélla.

No es sólo que la parodia que uno hace de sí mismo sea más simpática que la que hace el otro, sino que el que se ríe de sí mismo demuestra la inteligencia de conocer y reconocer sus defectos (pues nadie puede conocer los defectos y el tópico del andaluz mejor que el mismo andaluz) y la madurez de saber tomárselos a broma, mas no de forma banal (como esos humoristas de medio pelo del Canal Sur), sino con esa cualidad que tiene el humor para pulir las imperfecciones de las personas y de las cosas a través de la ironía y la acidez.

Ya se sabe que emplear el humor es la forma más efectiva de luchar contra las dictaduras, y acaso también contra la mala fama del estereotipo, esa tiranía del topicazo que, más que los forasteros, nos imponemos nosotros mismos.