Mucho ruido y pocas nueces: la comunicación política en la campaña electoral del 20-N

Internet se ha convertido en el nuevo escenario en el que los partidos políticos tradicionales están transmitiendo sus mensajes, aunque con más error que acierto. Algo que se traduce en un retumbante ruido y en las ideas ciudadanas que, a pesar de éste, surgen y devienen en alternativas políticas y un sano debate que fortalece la sociedad y la democracia.

Es noviembre de 2011. El día 11, para ser más exacto y simbólico. Un tiempo con una nueva rutina, en el caso de que uno sea periodista. Ya no hay que dar un paseo hasta el quiosco y dejarse los cuartos en periódicos y revistas, ni ojearlos y mancharse las manos de tinta entre el olor a café y tostadas.

Hoy todo es desayunar delante de la pantalla y revisar las portadas de las webs de los diarios —y también la de las ediciones de papel, pero en kiosko.net. Y luego las redes sociales: algo de Twitter, un par de listas —de periodistas y políticos que sueltan eslóganes en forma de hashtags— y, por último, un poco de Facebook, no tanto por oficio, más bien por distracción.

En los titulares aparece una foto que alguien ha hecho con el móvil y ha colgado de inmediato. Hay una bolsita de un color azul llamativo, con el eslogan y el logotipo del Partido Popular. Dentro del paquetito, un surtido de frutos secos. Encabeza la publicación una crítica a este método de propaganda junto a una declaración en defensa del género humano como especie distinta de los monos. Bajo la foto, 16 comentarios de críticas, no sólo al PP, sino a todos los partidos.

Más allá de la crítica a las formas y a lo que se deriva de ellas —“lo criticable es que hagan esto con nuestro dinero y no con las aportaciones de sus afiliados”, decía un comentarista—, lo que más está dejando en evidencia esta campaña electoral es la mediocridad del discurso de los partidos tradicionales, inmersos, más a modo de remolino que de chapuzón con salto del ángel, en la vorágine de las redes sociales en las que su mensaje mitinero y unidireccional queda encallado ante las playas de conversación de usuarios de la Red.

Internet es conversación, y ahora más que nunca. Es una fuente inagotable de información y de canalización de la opinión pública libre y sin barreras. Es la utopía, hecha casi realidad, de la democratización de la expresión de la voz de todos y cada una de las personas. Es un altavoz gigantesco, libre, gratuito, cómodo y —aún no del todo, pero sí potencialmente— universal. Las redes sociales, y antes que éstas los blogs, han contribuido a que la gente de a pie, las masas que hace un siglo eran receptoras pasivas de los mensajes de los media, sean ahora quienes producen un torrente de información, con la paradoja de que esos pocos medios elitistas son quienes se interesan por lo que los usuarios dicen o pueden decir.

Pero, aludiendo al tópico —que siempre tiene algo de cierto—, hay cosas que nunca cambian. Cuesta que los partidos tradicionales alteren sus rutinas, tanto como que desaparezca ese ruido inherente al canal, que ya anticipó Shannon en 1948. Ese preciso carácter abierto que produce el milagro de elevar la red a medio universal la condena a un ruido en el mensaje, en la misma escala exponencial. Hablar de ruido en la Red nos puede traer a la cabeza la natural masificación del canal. Pero ruido en Internet es también el uso que los partidos, voluntaria o involuntariamente, hacen de esta herramienta.

Ustedes lo han visto, como han visto los debates televisivos entre los dos principales candidatos, Rajoy y Rubalcaba, primero, y cinco representantes de los cinco partidos con más representación en el Congreso —PSOE, PP, CiU, PNV e IU—, dos días más tarde. En esas dos citas, especialmente en la primera, Twitter era un hervidero de mensajes sobre el debate, canalizado a través de hashtags diversos que hacían referencia al mismo debate (#debate, #eldebate, etc.), al tiempo que surgían otros de origen y significado ambiguos, como fueron los de #rajoygana o #rubalcabaconvence, que llegaron a ser trending topics y fueron utilizados por el PP y el PSOE, respectivamente, como muestra de que sus candidatos tenían el apoyo de los electores en las redes sociales.

Nada más lejos de la realidad: el ridículo de los equipos de comunicación de los dos partidos fue mayúsculo. Esta interpretación de las etiquetas evidenció que los partidos en absoluto tienen idea de cómo funciona Twitter, de cómo se genera un tag, de cómo llega a ser trending topic y de lo que ello supone. Y, sobre todo, de que detrás de #rajoygana o #rubalcabaconvence puede haber tantas personas mofándose de los candidatos como tuiteros mofándose de los equipos de comunicación del PP y el PSOE a causa del uso triunfalista de estos TT.

Dice mi padre que “detrás de toda mentira siempre hay un poco de verdad”. Y como la mentira es una de las principales armas de la comunicación política, no podemos engañarnos —sería paradójico y cínico— al analizar estos mensajes en las redes sociales. Por eso estamos obligados a tener en cuenta que, tras cada uno de los hashtags con propaganda de uno y otro partido que resuenan en Twitter hay miles de militantes, simpatizantes y fanboys reproduciendo el mismo mensaje con la única intención de que llegue a trending topic y sea lo más visible posible.

Internet es ruido, y lo es más en medio de una campaña política. Es ruido porque los partidos políticos no se han adaptado al canal como debieran, y siguen haciendo una campaña basada en dar voces como en un mitin. Sólo que ahora no están en un estadio sino en una cueva gigante, de proporciones inabarcables, donde cualquier voz es susceptible de multiplicarse en un eco que rebote por todos los rincones, o bien ahogarse sin remedio en una sima a kilómetros bajo tierra y no ser oído jamás. Y es ruido porque la cueva está llena de millones de usuario que retroalimentan este diálogo de trogloditas con el mismo código de grito y, a veces, insulto e infamia. Gente que recibe los mensajes pero no los decodifica en ideas.

Internet es ruido por eso mismo: porque el ruido llama al ruido, y a pesar de éste y de su omnipresencia, la Red es un espacio de ideas y, sobre todo, conversación. Y eso es precisamente lo que los partidos tradicionales no están aportando, no sólo a la campaña, tampoco a la sociedad, que es más importante. No es que los partidos no se hayan adaptado al nuevo canal, que es evidente, sino que están dejando claro que no podían haberse adaptado, porque su mensaje es un montón de fuegos de artificio tras los que no queda más que humo.

Y en Internet todo eso está más que visto. Aquí se discute y se debate, que es lo que quieren los ciudadanos con resaca de escuchar una y otra vez discursos que les llegan por otros siete canales distintos, amén de las bolsas de frutos secos variados. Los tuiteros se organizan para convocar a los candidatos a fin de debatir con ellos, siempre que quieran. Y algunos quieren. Pero los del PP y el PSOE no, pues no es ése el guión del que les han hablado, y no quieren conversar. Lo suyo es el mitin. No piense, aplauda.

Pero Internet no es un mitin: es un ágora en el que las ideas se elevan por encima del mundanal ruido de la inmensa polis global que es la Red. Y en esa polis hay pillaje en forma de comunicación viral, hay pícaros en forma de sátira y humor —negro y blanco— y hay pregones y boca a boca para quien no tiene voz en la Ecclesía. Es lo que ha hecho Equo con su vídeo de campaña: difundirlo a través de Internet, con la ayuda de blogueros y usuarios de redes sociales simpatizantes y voluntarios, ante la imposibilidad de emitirlo en una RTVE controlada por el establishment político del Cretácico Anterior.

Internet es pensamiento colectivo, y es normal que los partidos estén cada vez más perdidos en el mundo virtual, porque los ciudadanos están viendo que su campaña no es más que eslóganes vacíos, imágenes cargadas de marketing y propaganda barata. No hay contenido, ideas o debate, y tampoco ganas de que exista algo de esto. Y de ahí viene no sólo el hastío, también las nuevas formas políticas, como el citado Equo, con un programa hecho de forma abierta exclusivamente en la Red, o los movimientos ciudadanos que han confluido en el 15M o han nacido al albor de éste.

Internet es ideas y también barullo, siempre. Y sí, es verdad que en estos días el griterío es mayor, pero sólo por la campaña. No teman, que es pasajero. Es todo un efecto de los partidos tradicionales lanzados a la búsqueda desesperada del voto, de la única forma que saben y, vista su falta de planteamientos, pueden hacerlo: con mucho ruido y —salvando las de las bolsitas del PP— pocas nueces.