Hablando de política y redes sociales con Equo

Gregorio Verdugo / Jesús Rodríguez. Ayer asistimos a un debate sobre política y redes sociales organizado por Equo Sevilla bajo el hashtag #EquoRRSS. Se celebró en un local hostelero de la calle San Fernando de Sevilla, justo frente al rectorado de la Universidad Hispalense, y aunque no estuvo demasiado concurrido sí fue de lo más interesante.

Curiosamente no fue un debate a la usanza tradicional, donde el político de turno se coloca en la cabecera de la mesa y se convierte en el epicentro del mismo, acaparando toda la atención y el grueso del turno de palabra.

No, el de ayer fue algo diferente y el político de marras, en este caso el candidato de la formación ecologista a la presidencia de la Junta de Andalucía, Esteban de Manuel  (@estebandemanuel), se sentó como uno más entre los asistentes a escuchar con atención lo que tenían que decir los integrantes de la mesa, Sonia Contero (@soniconp), Ángel Vilches (@7vueltas) y Sergio Marín (@kuikailer), conducidos en la moderación por Germán Jiménez (@potoma).

Como repetir aquí un debate que se prolongó casi hasta las dos horas resultaría de lo más aburrido, os dejamos aquí la condensación extrema de lo que sacamos del mismo en un solo párrafo que pretende aglutinar las ideas más importantes que allí se barajaron.

Llegamos a la conclusión de que, quienes apostamos por una mayor participación ciudadana, debemos seguir desarrollando estos canales alternativos de comunicación en que se han convertido las redes sociales. Su papel en la política actual cada vez tiene mayor importancia, aunque aún está bastante por potenciar este aspecto sobre todo por los políticos profesionales, debido a la importancia que tiene para la ciudadanía la escucha activa y el poder intercambiar información y opiniones con los sujetos políticos sin intermediarios. Esta interacción entre los políticos y las redes de intereses de ciudadanos se adivina como la base sobre la que se edificará la política futura, ya que la creación de comunidad es la función básica de las redes sociales en el campo político. Aunque hubo alguna voz discordante (@Trisco la lió equivocándose de término para definir el concepto que quería -no lo hagáis en casa, niños- al reivindicar la “elitización de las redes contra los imbéciles” y dando hasta nombres de algunos de ellos), todos parecíamos estar de acuerdo en que estas herramientas proporcionan un altavoz importante a la ciudadanía antes del todo inexistente. La nueva democracia se va a definir por las redes sociales, porque no hay nada más democrático que una red social, cuya jerarquización se efectúa a base del prestigio que se va ganado el individuo por sus interacciones en la propia red.

También, cómo no, fue interesante lo que el propio Esteban nos contó sobre su experiencia en la web, que comenzó con Facebook, una red que “me ha permitido crear redes 1.0”. Esteban contó su experiencia actual en su blog, Letras Emergentes, y destacó la repercusión y la “difusión muy grande que le da el blog a lo que escribo”, aunque “eso escapa a mi control muchas veces”, afirmó, casi con la misma sorpresa con la que en ocasiones “veo que gente me responde o que se ha rebotado” por lo que comenta en Twitter, al cual “aún no me acostumbro; yo, que me enrollo como una persiana, poner un mensaje en 140 caracteres…”. Tiempo tiene de cogerle la medida a los tuiteos, teniendo por delante “cuatro años para trabajar y mejorar”, como apuntó Sonia.

Para la próxima quedamos en realizar entre todos una tesis doctoral sobre “el amor debido a los trolls” como especie sin la cual la red deja de tener sentido. Pero ése será otro post y, probablemente, bastante más largo.

El «pásalo» en la era de Internet: la creación de un pingüino

Que quien posee la información posee el poder es por todos conocido. Por eso cabe prestar atención a la descentralización que Internet está provocando en numerosas esferas de la realidad analógica que, hasta hoy, conocemos (o conocíamos). Entre ellas, fuertemente afectada, se encuentran la de la información y, por ende, también la del poder.

La descentralización de la Red afecta de forma importante a las audiencias, las opiniones y las vías a través de las cuales se transmite la información. De hecho, está alcanzando un nivel en el que es imposible no sólo controlar sino predecir los movimientos de las personas (audiencias o votantes) que se mueven en todos los espacios internéticos, desde los blogs a las redes sociales, pasando por las webs corporativas y, cómo no, los medios de comunicación.

Pero esta descentralización —que no es más que una traslación al plano virtual de la atomización que, al menos en España, vive la sociedad actual— puede contrarrestarse con un acción bien organizada para promover, potenciar y canalizar cierta corriente de opinión, tal como sostiene Antonio Núñez con su estrategia del pingüino.

A todo esto recuerda la reciente resurrección de una noticia publicada por EL PAÍS el 21 de junio de 2005, en la que se informa sobre la afirmación de que la homosexualidad es una enfermedad, realizada por un experto invitado por el PP a comparecer en el Senado. La noticia corrió por las redes sociales (especialmente por Facebook, aunque también Twitter, Tuenti y mensajes de correo electrónico) y llegó a la portada de la web del diario, dentro de lo más leído.

El PP, que había ganado las elecciones generales días antes y que aparece aludido directamente en el titular, transmitió una queja lógica al diario. No obstante, gracias a esta explicación mecánica del fenómeno que da Andrés Segovia, analista web de EL PAÍS, queda claro que el diario no ha manipulado nada, sino que la aparición de esta noticia en la portada ha sido una reacción natural dentro de un proceso mecánico, el de las visitas recibidas, provocada por una avalancha de reproducción de enlaces en las redes sociales y en otras webs.

No obstante, dentro del artículo de la Defensora del Lector de EL PAÍS aparecen las impresiones de dos miembros del mismo periódico —Gumersindo Lafuente, responsable de desarrollo digital de la web, y Tom C. Avendaño, redactor— sobre el fenómeno de que una noticia tan antigua pueda llegar a ser lo más leído. Otras consideraciones aparte, tanto Avendaño y Lafuente como la propia Defensora llegan a la conclusión de que la noticia se ha propagado con tanta rapidez y efectividad debido a que la gente, en primer lugar, se ha quedado en el titular y han tomado la información como actual, ya que no sólo no se han sumergido en el cuerpo de texto sino que ni siquiera han comprobado la fecha. Esta propagación sin filtros se ha visto favorecida por dos elementos: la relación de confianza que se establece en las redes, algo que ya vimos con Antonio Núñez y que nos recuerda Gumersindo Lafuente, y la importancia de la urgencia y la actualidad en la asimilación de la información en esta era, como señala Tom C. Avendaño.

Sin embargo, como consecuencia de todo esto, Lafuente habla de este fenómeno como «una manifestación de la fuerza de las redes sociales», al tiempo que afirma lo siguiente:

«Las audiencias están tomando un papel cada vez más activo y no solo actúan como fuente, sino que ayudan a construir el relato informativo. La gente se posiciona respecto de diferentes problemas y lo hace recomendando o retuiteando. Es su forma de exigir el poder que tiene como audiencia.»

Efectivamente, gracias a las redes sociales y la relevancia que está teniendo Internet en el discurso y en el debate políticos, las audiencias han adquirido la potestad de intervenir en el discurso mediático —siempre dentro de los límites que imponen, en primer lugar, la agenda-setting impuesta por los grandes medios y, además, la influencia particular de cada medio— a través de la influencia que supone la reproducción de ciertos mensajes en las redes sociales y en otros lugares de la Red.

Pero Lafuente, al menos en estas declaraciones para el artículo de la Defensora, no tiene en cuenta, precisamente, la falta de filtros o de crítica de la que adolecen las audiencias, y que las llevan a difundir mensajes o informaciones sin siquiera cuestionar en qué fechas se produjeron, cuanto menos sobre qué tratan esas informaciones o qué suponen esos mensajes.

Pensar que unas audiencias que ni siquiera van más allá del titular van a rescatar por sí mismas una noticia de 2005 para distribuirla por toda la Red y darle de nuevo un carácter de actualidad es, cuanto menos, ingenuo. Y aunque así fuera, ¿cuál es el motivo que mueve a cientos de miles de personas a difundir hoy esta noticia de 2005? El motivo está claro: vincular al PP con estas declaraciones y desgastarlo desde el primer día. Entonces deberíamos preguntarnos qué une a todas estas personas en ese afán de difundir esta información de forma ciega y casi obediente. O más bien quién las une.

Las noticias convertidas en propaganda política, en arma arrojadiza dirigida contra el adversario, y la promoción de mensajes propagandísticos en Internet no constituyen algo nuevo. En las campañas electorales de este 2011, e incluso en los meses previos, ya hemos visto cómo los simpatizantes y afines a diversos partidos, cuando no afiliados o responsables de comunicación de éstos, han creado, promovido y difundido hashtags en Twitter como medio de propaganda a través del eslogan, siempre aprovechando la fuerza de la masa de audiencias/votantes, que colaboran al dejarse llevar por este tipo de mensajes.

Estamos ante una nueva forma de activismo político enfocado a la propaganda. Alguien difunde una noticia antigua con el ánimo de que un titular bochornoso cale entre una opinión pública que ni siquiera mira la fecha de la noticia, cuanto menos el cuerpo de texto. Los activistas del partido (o afines a él) la difunden entre círculos de confianza —que son la base del funcionamiento de ciertas redes, como Facebook—, y éstos a su vez las vuelven a difundir en los suyas, y así sucesivamente. En menos de 24 horas ya tenemos nuestro pingüino.

Se trata de buscarle las triquiñuelas al sistema sin llegar a caer en la ilegalidad o, en este caso, sin que la imagen de cierto partido o actor político se vea perjudicada a través de su asociación directa con este tipo de acciones. Al final, ciertos partidos y actores ganan al desgastar al adversario, como también gana EL PAÍS —en visitas, pues más allá de eso no tiene responsabilidad en este fenómeno—, mientras que el PP sale perjudicado. Y sin embargo, igual que en otros casos como el de los SMS del «pásalo» en los días posteriores al 11M, y aunque todos sabemos que alguien tiró la primera ficha, nadie sabe quién inició este efecto dominó.

Mucho ruido y pocas nueces: la comunicación política en la campaña electoral del 20-N

Internet se ha convertido en el nuevo escenario en el que los partidos políticos tradicionales están transmitiendo sus mensajes, aunque con más error que acierto. Algo que se traduce en un retumbante ruido y en las ideas ciudadanas que, a pesar de éste, surgen y devienen en alternativas políticas y un sano debate que fortalece la sociedad y la democracia.

Es noviembre de 2011. El día 11, para ser más exacto y simbólico. Un tiempo con una nueva rutina, en el caso de que uno sea periodista. Ya no hay que dar un paseo hasta el quiosco y dejarse los cuartos en periódicos y revistas, ni ojearlos y mancharse las manos de tinta entre el olor a café y tostadas.

Hoy todo es desayunar delante de la pantalla y revisar las portadas de las webs de los diarios —y también la de las ediciones de papel, pero en kiosko.net. Y luego las redes sociales: algo de Twitter, un par de listas —de periodistas y políticos que sueltan eslóganes en forma de hashtags— y, por último, un poco de Facebook, no tanto por oficio, más bien por distracción.

En los titulares aparece una foto que alguien ha hecho con el móvil y ha colgado de inmediato. Hay una bolsita de un color azul llamativo, con el eslogan y el logotipo del Partido Popular. Dentro del paquetito, un surtido de frutos secos. Encabeza la publicación una crítica a este método de propaganda junto a una declaración en defensa del género humano como especie distinta de los monos. Bajo la foto, 16 comentarios de críticas, no sólo al PP, sino a todos los partidos.

Más allá de la crítica a las formas y a lo que se deriva de ellas —“lo criticable es que hagan esto con nuestro dinero y no con las aportaciones de sus afiliados”, decía un comentarista—, lo que más está dejando en evidencia esta campaña electoral es la mediocridad del discurso de los partidos tradicionales, inmersos, más a modo de remolino que de chapuzón con salto del ángel, en la vorágine de las redes sociales en las que su mensaje mitinero y unidireccional queda encallado ante las playas de conversación de usuarios de la Red.

Internet es conversación, y ahora más que nunca. Es una fuente inagotable de información y de canalización de la opinión pública libre y sin barreras. Es la utopía, hecha casi realidad, de la democratización de la expresión de la voz de todos y cada una de las personas. Es un altavoz gigantesco, libre, gratuito, cómodo y —aún no del todo, pero sí potencialmente— universal. Las redes sociales, y antes que éstas los blogs, han contribuido a que la gente de a pie, las masas que hace un siglo eran receptoras pasivas de los mensajes de los media, sean ahora quienes producen un torrente de información, con la paradoja de que esos pocos medios elitistas son quienes se interesan por lo que los usuarios dicen o pueden decir.

Pero, aludiendo al tópico —que siempre tiene algo de cierto—, hay cosas que nunca cambian. Cuesta que los partidos tradicionales alteren sus rutinas, tanto como que desaparezca ese ruido inherente al canal, que ya anticipó Shannon en 1948. Ese preciso carácter abierto que produce el milagro de elevar la red a medio universal la condena a un ruido en el mensaje, en la misma escala exponencial. Hablar de ruido en la Red nos puede traer a la cabeza la natural masificación del canal. Pero ruido en Internet es también el uso que los partidos, voluntaria o involuntariamente, hacen de esta herramienta.

Ustedes lo han visto, como han visto los debates televisivos entre los dos principales candidatos, Rajoy y Rubalcaba, primero, y cinco representantes de los cinco partidos con más representación en el Congreso —PSOE, PP, CiU, PNV e IU—, dos días más tarde. En esas dos citas, especialmente en la primera, Twitter era un hervidero de mensajes sobre el debate, canalizado a través de hashtags diversos que hacían referencia al mismo debate (#debate, #eldebate, etc.), al tiempo que surgían otros de origen y significado ambiguos, como fueron los de #rajoygana o #rubalcabaconvence, que llegaron a ser trending topics y fueron utilizados por el PP y el PSOE, respectivamente, como muestra de que sus candidatos tenían el apoyo de los electores en las redes sociales.

Nada más lejos de la realidad: el ridículo de los equipos de comunicación de los dos partidos fue mayúsculo. Esta interpretación de las etiquetas evidenció que los partidos en absoluto tienen idea de cómo funciona Twitter, de cómo se genera un tag, de cómo llega a ser trending topic y de lo que ello supone. Y, sobre todo, de que detrás de #rajoygana o #rubalcabaconvence puede haber tantas personas mofándose de los candidatos como tuiteros mofándose de los equipos de comunicación del PP y el PSOE a causa del uso triunfalista de estos TT.

Dice mi padre que “detrás de toda mentira siempre hay un poco de verdad”. Y como la mentira es una de las principales armas de la comunicación política, no podemos engañarnos —sería paradójico y cínico— al analizar estos mensajes en las redes sociales. Por eso estamos obligados a tener en cuenta que, tras cada uno de los hashtags con propaganda de uno y otro partido que resuenan en Twitter hay miles de militantes, simpatizantes y fanboys reproduciendo el mismo mensaje con la única intención de que llegue a trending topic y sea lo más visible posible.

Internet es ruido, y lo es más en medio de una campaña política. Es ruido porque los partidos políticos no se han adaptado al canal como debieran, y siguen haciendo una campaña basada en dar voces como en un mitin. Sólo que ahora no están en un estadio sino en una cueva gigante, de proporciones inabarcables, donde cualquier voz es susceptible de multiplicarse en un eco que rebote por todos los rincones, o bien ahogarse sin remedio en una sima a kilómetros bajo tierra y no ser oído jamás. Y es ruido porque la cueva está llena de millones de usuario que retroalimentan este diálogo de trogloditas con el mismo código de grito y, a veces, insulto e infamia. Gente que recibe los mensajes pero no los decodifica en ideas.

Internet es ruido por eso mismo: porque el ruido llama al ruido, y a pesar de éste y de su omnipresencia, la Red es un espacio de ideas y, sobre todo, conversación. Y eso es precisamente lo que los partidos tradicionales no están aportando, no sólo a la campaña, tampoco a la sociedad, que es más importante. No es que los partidos no se hayan adaptado al nuevo canal, que es evidente, sino que están dejando claro que no podían haberse adaptado, porque su mensaje es un montón de fuegos de artificio tras los que no queda más que humo.

Y en Internet todo eso está más que visto. Aquí se discute y se debate, que es lo que quieren los ciudadanos con resaca de escuchar una y otra vez discursos que les llegan por otros siete canales distintos, amén de las bolsas de frutos secos variados. Los tuiteros se organizan para convocar a los candidatos a fin de debatir con ellos, siempre que quieran. Y algunos quieren. Pero los del PP y el PSOE no, pues no es ése el guión del que les han hablado, y no quieren conversar. Lo suyo es el mitin. No piense, aplauda.

Pero Internet no es un mitin: es un ágora en el que las ideas se elevan por encima del mundanal ruido de la inmensa polis global que es la Red. Y en esa polis hay pillaje en forma de comunicación viral, hay pícaros en forma de sátira y humor —negro y blanco— y hay pregones y boca a boca para quien no tiene voz en la Ecclesía. Es lo que ha hecho Equo con su vídeo de campaña: difundirlo a través de Internet, con la ayuda de blogueros y usuarios de redes sociales simpatizantes y voluntarios, ante la imposibilidad de emitirlo en una RTVE controlada por el establishment político del Cretácico Anterior.

Internet es pensamiento colectivo, y es normal que los partidos estén cada vez más perdidos en el mundo virtual, porque los ciudadanos están viendo que su campaña no es más que eslóganes vacíos, imágenes cargadas de marketing y propaganda barata. No hay contenido, ideas o debate, y tampoco ganas de que exista algo de esto. Y de ahí viene no sólo el hastío, también las nuevas formas políticas, como el citado Equo, con un programa hecho de forma abierta exclusivamente en la Red, o los movimientos ciudadanos que han confluido en el 15M o han nacido al albor de éste.

Internet es ideas y también barullo, siempre. Y sí, es verdad que en estos días el griterío es mayor, pero sólo por la campaña. No teman, que es pasajero. Es todo un efecto de los partidos tradicionales lanzados a la búsqueda desesperada del voto, de la única forma que saben y, vista su falta de planteamientos, pueden hacerlo: con mucho ruido y —salvando las de las bolsitas del PP— pocas nueces.

Juan Espadas, las redes sociales y la calle

[Youtube=http://www.youtube.com/watch?v=q9hneq_B3WI]

Gregorio Verdugo / Jesús Rodríguez.

Juan Espadas, candidato del PSOE a la alcaldía de Sevilla, presentó ayer su política 2.0, una de sus principales apuestas para la campaña electoral y, afirma él, para su Gobierno de la ciudad en caso de que los electores le den la vara de mando en mayo de 2011.

De la presentación que hizo Espadas podemos deducir una fuerte apuesta por las tecnologías como medio para que las personas tengan una comunicación más cercana y certera con el Gobierno. De hecho, el propio Espadas sostiene que “no puedo renunciar al instrumento más potente que hay ahora mismo para llegar a los ciudadanos”.

Ciertamente, Espadas demuestra una amplitud de miras nueva, impropia del político español actual -lo cual es grave per se, y más a estas alturas-, que no sólo alcanza el mero uso y explotación de los nuevos recursos que ofrece Internet, sino la posibilidad de que los ciudadanos, por fin, puedan tener una manera rápida y efectiva de acceder a los políticos.

Pero, lejos de que el cuento de esta entrada tenga un final tan feliz como éste, las preguntas surgen una tras otra, y la primera es una transposición dospuntocerística lógica de una duda omnipresente entre el electorado: ¿realmente Juan Espadas -o ponga aquí el nombre de su político preferido- está en las redes sociales para ser un político -y/o futuro alcalde- al que los ciudadanos puedan dirigirse con rapidez y eficacia o bien su fin es únicamente el de hacer que su foto circule por Facebook, Twitter, Flickr, etcétera?

Sigue leyendo Juan Espadas, las redes sociales y la calle