Una ciudad de gente y de ruido,
de grises rascacielos arrojados
y pensiones de barrio en que dejé
aquello que en otro lugar fue mío.
En esta ciudad oigo una voz detrás de todo
que me busca y me llama entre todas las músicas.
Me marcho con un llanto sereno porque alguien
me amó sólo un instante, y eso basta.
Esta ciudad, sus infinitas luces
que brillan en la noche y que vuelven conmigo
camino de una casa que ya no sé si es mía.
31-V-10
[Corrección del poema de la anterior entrada, con la impagable ayuda del señor Cerero]