Tienen un brillo extraño las farolas
bajo esta lluvia tímida
que cae con parsimonia en las aceras
y apenas toca el suelo y cubre todo.
A algunos los asusta, y se resguardan
en una caperuza, y se apresuran.
Y hay quienes caminan lentamente,
al compás del goteo en las cornisas,
y miran hacia arriba, y atesoran
unas gotas de otoño en la mirada.
Desde el puente se ve tranquilo el río,
se pierde su reflejo en la neblina
que vela la ciudad y las farolas,
que brillan con el oro de otro tiempo.
8-XII-09